martes, 18 de diciembre de 2018

Los españoles somos diferentes y absurdos



Quien acuñó la feliz expresión “España es diferente” a buen seguro contaba entre sus aptitudes la genial sagacidad. No hay duda: para bien o para mal, aquí somos otra cosa. Hasta en el absurdo, lo cual –considerado como virtud o como menoscabo– no deja de tener un mérito que sería injusto regatear.


Hay en una región de España, Cataluña para más señas, unos señores agentes de la autoridad muy cabreados, con razón o sin ella, por unas cuestiones que no hacen al caso. Y, para dar debido cauce a su monumental enfado, han acordado estos señores exteriorizar su malestar nada menos que hablando en el idioma oficial de su país. O sea: ante una situación que se percibe injusta se decide protestar hablando español en España, país en el cual el español es un idioma oficial según recoge la Constitución. Sencillamente genial.

Pero, recuerden que hablamos de España, aun hay más y la feroz protesta –hablar español en España– ha sentado tan rematadamente mal en ciertos ambientes que incluso ha tenido el irrefrenable impulso deterciar en la polémica el "insigne" don Jordi Pujol, sagrado depositario de las más preciosas esencias de esa región de España llamada Cataluña, sentenciando que tamaña osadía supone “una actitud negativa, que daña a los mossos, al país y a la Generalidad”. Si aquello era genial, esto es directamente cojonudo.

Ustedes de sobra conocen a qué motivos obedecen la protesta de los agraviados y la airada réplica de Pujol, con lo cual sabrán separar el choteo de un servidor del verdadero intríngulis del asunto. No obstante, lo uno no quita lo otro: unos protestan utilizando el español para comunicarse y otros protestan porque unos previamente han protestado hablando español. Absurdo, ¿verdad? En España somos diferentes y absurdos. Absurdos a más no poder.

Por cierto: descanse en paz don Manuel Fraga.

Autor: Rafael Guerra
Publicado el 16 de enero de 2012

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