Hay que reconocerlo. Uno de los compromisos más destacados que como líder de la oposición adquirió Zapatero con el electorado, especialmente con el más joven, consistía en propiciar la reducción del precio de la vivienda; el cual, en efecto, se disparaba en exceso por aquellos años, debido fundamentalmente a una demanda artificialmente alta provocada por un crédito fácil y barato (favorecido por la política monetaria expansiva de los Bancos Centrales), lo que a su vez se combinaba con la ausencia de medidas liberalizadoras del suelo (las tomadas por el Ejecutivo de Aznar fueron fulminadas por una sentencia del Tribunal Constitucional).
Ahora bien, nadie nos avisaba por aquel entonces de que tamaño descenso iba a producirse, no por obra y gracia de la resurrección de un Ministerio de hondas resonancias franquistas, sino a costa del hundimiento de un mercado que, como el inmobiliario, generaba una ingente cantidad de puestos de trabajo, tanto directos como indirectos. Y es que la crisis financiera y el subsiguiente cierre del grifo del crédito dejaron en su momento tocado de muerte al sector, que sufriría la puntilla definitiva de manos de una Ley del Suelo intervencionista hasta los tuétanos. Ni tan siquiera los denodados esfuerzos de un célebre y potentado inversor inmobiliario como José Bono han sido capaces de reactivarlo mínimamente...
Asimismo, bajada de precios tan viciada no ha supuesto precisamente un más fácil acceso a la vivienda de los jóvenes y de los individuos y familias de menor renta: Bien al contrario, ahora resulta prácticamente misión imposible conseguir un préstamo hipotecario, por mucho dinero público que el Estado haya inyectado a las entidades bancarias. Desgraciadamente, así será mientras se continúe albergando el temor de que tantos de quienes solicitan financiación pasen en un futuro próximo a engrosar ese vergonzante ejército de millones de parados forjado por las políticas socialistas, si es que no forman parte de él ya.
No obstante, el cambio de modelo productivo impulsado por el omnisciente Gobierno de Zapatero sigue su curso, imparable. Y el panorama económico que se nos presenta es así de apasionante. Que Dios nos pille confesados.
Autor: Pedro Moya
Publicado el 22 de abril de 2010
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