Expansión del gran imperio musulmán, con capitales en Damasco (etapa Omeya) y posteriormente en Bagdad (etapa abasí). |
Algunas personas corrientes, entre las que me incluyo, hablamos o escribimos más desde la buena fe que desde el conocimiento, casi siempre limitado. Cuando algo así le sucede a un político de primera fila, como ha sido el caso de José María Aznar, que además de contar con una gran preparación posee no poca experiencia, entonces solamente cabe darle una interpretación: No tiene ni puñetera idea de lo que habla y, por lo tanto, no le ha importado nada darle una solemne patada en el trasero a la realidad.
Venir a decirnos a estas alturas, como hace Aznar, que ‘Las democracias europeas deben abrirse a la presencia del Islam’, es algo así como predicar la bondad del escorbuto en los cruceros de lujo. Hay que ser muy poco leído respecto al tema del islam, como para llegar a suponer que los creyentes de una religión que conquistó medio mundo a sangre y fuego (1) (época por la que sigue suspirando cualquier dirigente que cuente algo en el submundo musulmán), lograrán alguna vez reemplazar a sus actuales gobiernos despóticos e implantar regímenes democráticos. Claro que ya le pasó algo parecido respecto a Manuel Azaña, al que puso por las nubes sin saber que fue un golpista jacobino y un auténtico canalla.
No, señor Aznar, el islam y la democracia son agua y aceite. Desde mi punto de vista, con sus declaraciones ha hecho usted el papelón del perfecto canelo y lo único que ha logrado ha sido darles alas a los fanáticos y a los farsantes, que son esa gente que cuando les conviene se disfrazan de pacifistas. Lo mismo que hacen los nacionalistas. O sea, gente que no tiene arreglo pero que sabe muy bien lo que quiere. El islam, tome nota, proclama la necesidad de implantar su religión en todo el mundo. Al ritmo que les sea posible, pero en todo el mundo. Esa meta constituye para ellos uno de sus objetivos más sagrados. No nos engañemos, los territorios islámicos solamente han permanecido en una calma relativa cuando han estado sometidos a un poder superior, sea el Imperio británico, sea la antigua URSS.
(1) Ejemplo de la conquista musulmana podría ser la toma de Cartago en el 698, donde el general Hassán ben Naamán al-Gasaní arrasó una de las ciudades más bellas y prósperas del Mediterráneo. Lo que Hassán no pudo incendiar, lo mandó derruir, hasta el punto de que la ciudad desapareció y hoy tan sólo es un montón de ruinas no lejos de Túnez.
Autor: Policronio
Publicado el 8 de mayo de 2010
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