martes, 13 de noviembre de 2018

Carlos Queiroz


Yo siempre le he considerado como un tipo que no pasa de ser una percha, para el traje más cursi y la corbata más friqui, que tuvo el atrevimiento de venirse al Madrid, para dar puerta al gran del Bosque, simplemente, porque al ingeniero nuevo rico, un tal Pérez, se le puso en las pelotas que un gordo, feo, bigutido y bonachón no podía ser entrenador de su Madrid. 

Y el caso es que los méritos que lucía el mozambiqueño eran evidentes en su inexistencia: sólo él se atrevía a decir las gilipolleces que no decía sir Ferguson, longevo entrenador del Manchester y muy ayuno de títulos para tan amplia trayectoria. Porque no me digan, ser dominador en la premier es como ser reiterado ganador de pádel en el barrio del Perchel, o sea.

Pero los ingleses son así. Les gusta una reina con bolso, perro y marido, perfectamente intercambiables, como les gusta dar de comer a las palomas, animal dañino donde los haya.

Ahora llega la hora de la verdad. El guaperas llega con un Cristiano Ronaldo hasta el moño y con la moral disminuida ante la perspectiva de enfrentarse a Puyol y Piqué, PP para los amigos, y el gordo, feo, bigutido y bonachón con una pléyade de jugones que pasarán a la historia como lo que son: la esencia del fútbol.

Por cierto, yo no soy de la roja, soy de la Selección Nacional.

Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 27 de junio de 2010

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