domingo, 28 de octubre de 2018

No nos moverán el Cristo de Monteagudo


El origen del Monumento al Sagrado Corazón de Jesús, más conocido entre los murcianos como Cristo de Monteagudo, se remonta a un proyecto que en 1921 elaboraría una comisión presidida por Isidoro de la Cierva. José Planes se encargaría de llevar a cabo el boceto, que sería presentado dos años después y expuesto en el trascoro de la Catedral de Murcia. Tal y como ha destacado el periodista Pedro Soler (por cierto, no precisamente de derechas) en un reciente artículo en 'La Verdad', sin la plena implicación de la sociedad murciana, que se volcaría en realizar donaciones económicas y aportaciones voluntarias, difícilmente se hubiera hecho realidad una idea que las crónicas de la época llegaron a calificar de ‘utópica’. Por fin, el 31 de octubre de 1929 sería inaugurado el monumento, obra del escultor murciano Antonio Nicolás. Sin embargo, en 1936, ya iniciada la Guerra Civil, el Ayuntamiento de Murcia, entonces del Frente Popular, ordenaría la destrucción de la estatua. En el marco de una fiesta multitudinaria protagonizada por los vecinos de la huerta de Murcia, en 1951 fue restaurada en su actual versión, obra de Nicolás Martínez Ramón.

La historia evidencia que el Cristo de Monteagudo, lejos de representar un postizo impuesto por las autoridades eclesiásticas, es una iniciativa surgida de la sociedad murciana, producto del empeño de nuestros antecesores. Con el paso de los años se ha ido convirtiendo en una de las señas de identidad de Murcia y en símbolo indispensable del patrimonio histórico, cultural y artístico de la ciudad, y como tal muy querido por los murcianos de toda condición. Sencillamente, Murcia no podría concebirse sin su Cristo de Monteagudo, sin esa gigantesca escultura que, majestuosa, se cierne sobre la zona norte de la ciudad.

Pero tenía que entrar en escena José Luis Mazón, un picapleitos en toda la extensión de la palabra; alguien cuya ambición diaria consiste en leer su propio nombre en los titulares de los periódicos, algo que por desgracia consigue frecuentemente presentándose, ante unos medios regionales que le prestan mucha (demasiada) cobertura, como el defensor de las causas perdidas 'progres', una especie de Garzón de la abogacía. Así, una asociación de 'juristas' encabezada por el interfecto, queriendo imponer sus prejuicios y sus fobias a toda la sociedad murciana, y haciendo uso de argumentos basados en el más rancio anticlericalismo, en una interpretación muy sesgada de nuestra historia e incluso en unas consideraciones estéticas personales de muy dudoso gusto, ha solicitado al Gobierno de la nación, titular de los terrenos en los que se asienta el monumento, la retirada del Cristo de Monteagudo de su actual emplazamiento.

Pero el señor Mazón, que debe de salir poco de su despacho y apenas pisar la calle, ya que ha demostrado desconocer cuáles son las verdaderas inquietudes y la idiosincrasia de los murcianos de a pie, ha pinchado en hueso: La sociedad murciana, una vez más a la altura de las circunstancias, ha reaccionado con prontitud y de forma masiva pero serena contra este inadmisible ataque a uno de sus más importantes iconos. Hasta el punto de que en escaso tiempo se ha constituido una Plataforma Ciudadana en Defensa del Cristo de Monteagudo, por iniciativa de las Juntas Municipales de los barrios y las pedanías de Murcia (entre ellas Monteagudo, la directamente afectada) y de otras instituciones del municipio, como asociaciones de vecinos, peñas huertanas y organizaciones juveniles.

Ante la indignación general que ha provocado tal pretensión, los socialistas murcianos, empezando por el Delegado del Gobierno, se han apresurado a desmarcarse de la misma; sobre todo, por la cuenta (electoral) que les trae, ya de por sí muy menguada en la capital del Segura. En rigor, la última 'mazonada' sólo ha obtenido el apoyo de la única concejal de IU en el Ayuntamiento de Murcia, entusiasmada como buena comunista ante semejante alarde de persecución religiosa. Aunque seamos claros: El Cristo de Monteagudo ha acabado siendo una nueva víctima de esa intolerante ola, más que 'laicista', anticristiana, que, promovida irresponsablemente por el PSOE de Zapatero, pretende hacer tabla rasa de nuestros orígenes y de la tradición en que se cimenta la evolución histórica de nuestra sociedad y, poniendo en solfa la libertad religiosa y de culto consagrada por el artículo 16 de nuestra Constitución, borrar de la vida pública cualquier símbolo o vestigio relacionado con el cristianismo. De aquellos polvos vienen estos lodos.

Aún así, y a pesar de abogados 'progre-garzonitas' con incontenible afán de notoriedad, no nos moverán el Cristo de Monteagudo.

Autor: Pedro Moya
Publicado el 13 de febrero de 2010

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