La ministra de Defensa en Afganistán, al parecer allí la guerra sí es legal y justa a diferencia de Irak. |
Se dice que los presidentes norteamericanos, en su primer mandato, vienen ocupándose con preferencia de los asuntos internos. Y si son reelegidos, en los siguientes cuatro años pasan a interesarse bastante más de la cuestión exterior. En lo que se refiere a la política de Zapatero, ya vimos que no fue exactamente así, puesto que desde el primer día le dio bastante importancia a las relaciones exteriores de España, dedicándose con ahínco a destruirlas. De tal modo que pasamos de la prestigiosa foto de las Azores, lo que fue un error inadmisible para la propagandística izquierda española, y sin embargo un gran hito de la excelente política exterior de Aznar, a tener que ir mendigando una silla al cabo de cuatro años.
A ZP no le costó demasiado ordenar que nuestras tropas salieran cobardemente de Irak. Incluso algo más tarde, desde Túnez, lanzó un mensaje a la comunidad internacional para que otros países le imitasen, y eran más de una treintena. Tal era la fobia que sentía hacia Bush, solamente por el simple hecho de ser un buen amigo de su más aborrecido rival: José María Aznar. Evidentemente, nadie de importancia secundó a Zapatero, al menos en los siguientes meses, por lo que poco a poco fue convirtiéndose en el hazmerreír de los foros políticos y ello le llevó a tratar de compensar en Afganistán la espantada de Irak. Cualquier cosa con tal de ser recibido en la Casa Blanca, necesidad que se iba agrandando en él a medida que se le cerraban las puertas de los más diversos mandatarios. Zapatero era acogido solamente en las Cumbres europeas, donde se le practicaba el vacío.
De ahí que nuestro hombre, tras la intentona fallida de Afganistán, a modo de consuelo precisara pasar a un plan B y entretanto se resignara a jugar en la tercera división, lo que consistió en ceder importantes subvenciones a una ONU muy corrupta —la idea de la cúpula de Barceló surgió por esas fechas—, donde algunos estados nada democráticos quizá le secundasen en esa majadería que se conoce como “Alianza de Civilizaciones”. Eso, más algunos amigachos circunstanciales de ciertas tiranías sudamericanas o del Medio Oriente, pongamos Irán, es todo cuanto fue dando de sí la visceral política exterior del tipo que aún manda en España. Para vergüenza de los españoles.
Y en estas ganó Obama, una excusa perfecta para la bajada de pantalones de Zapatero, que precisa angustiosamente recomponer la situación, muy especialmente con los Estados Unidos, si no quiere seguir siendo un apestado para cualquiera que cuente algo en el concierto de las naciones. De modo que ahora la máxima inquietud del dirigente socialista es ver cómo contentar a Obama sin que importe demasiado convertirse en su felpudo, que la propaganda de la izquierda sabrá vendernos esa humillante capitulación como si se tratase de una brillante idea surgida de la mente del más grande estadista de nuestro tiempo.
Y aquí es donde entra en escena la ministra de Defensa, tal y como se ve en la imagen de cabecera. Sí, me refiero a esa nacionalista catalana, y por tanto antiespañola, que no duda en lucir o acompañar a gente con camisetas con el eslogan “Rubianes somos todos” —ya saben, el de “a la mierda la puta España”— o bien que se dedica a refugiarse varios días en Lisboa, donde se da a la buena mesa en los mejores restaurantes, con tal de no acudir el 6 de diciembre, día de la Constitución española, al acto conmemorativo que se inicia con el solemne homenaje que nuestras Fuerza Armadas rinden a la bandera de España. ¿Qué tenía mejor que hacer la titular de Defensa que asistir a uno de los actos más importantes de su Ministerio? ¿Desconoce esta señora el alto honor que representa para nuestros militares el homenaje a la bandera? Lo dudo, pero si es así, es que no se ha sabido rodear de los asesores adecuados.
Bien, pues en boca de la propia ministra ahora se ha sabido que se incrementará el cupo de soldados españoles autorizados a realizar misiones en el extranjero. Pasarán de ser unos 3.000 a 7.700 como máximo. Lo de cómo máximo es un decir, visto que ahora no se cumple el tope ni hay razón alguna para creer en que este mentiroso gobierno socialista cumplirá el nuevo cupo. La nueva normativa de Defensa supone que aproximadamente el 10 % de nuestras Fuerzas Armadas podrán ser enviadas a misiones de paz. Y digo de paz, porque a diferencia de lo que indican algunos mandos militares a los que he escuchado, es decir, que todas las misiones se realizan en zona de conflicto bélico, los zapaterinos no admitirán jamás que se les asocie con ninguna guerra, por más descarada que sea, como por ejemplo la de Afganistán, donde el 70% del territorio de ese montañoso y desértico país (de nada menos que 652.225 kilómetros cuadrados), que además cuenta con 5.529 kilómetros de fronteras, sigue controlado por los talibanes, radicales muy influenciados, como se sabe, por Osama ben Laden, el mayor y más fanático terrorista de entre siglos.
Hay que aclarar, en primer lugar, que nuestro Ejército apenas quedará afectado por esa medida, ya que si antes de la crisis no había manera de reclutar el voluntariado necesario, ahora, cuando las colas del paro comienzan a ser kilométricas, muchos de esos desempleados han optado por buscarse la vida en el Ejército. De ahí que haya sido preciso cerrar anticipadamente el período de inscripción para este año 2008. Claro que, presumiblemente, se ampliará considerablemente el contingente en los siguientes años. Una forma como otra de disminuir el paro, subrepticiamente, a costa del erario público. No olvidemos que al profesionalizar el Ejército en 2002 se fijó una plantilla ideal de 200.000 soldados, más tarde rebajada a los 150.000, que rara vez ha sobrepasado los 132.000 profesionales, tropa y mandos incluidos.
¿Qué conclusiones pueden desprenderse de tales cifras? La primera de ellas es que las misiones de nuestras tropas en el exterior, que no las califico de buenas ni de malas al ser útiles según se miren, vienen costándonos alrededor de 700 millones de euros anuales a los españoles. Y claro, con el nuevo cupo debería multiplicarse por 2,6 la cifra anterior de gastos, o sea, 1.820 millones de euros, lo que no deja de ser un palo bueno en tiempos de crisis. Otra posible conclusión vendría formulada a modo de pregunta: ¿Dónde van a ir las nuevas tropas autorizadas? Se me ocurre que solamente hay dos opciones: O bien se amplía el abanico de destinos de nuestros militares, lo cual no parece demasiado creíble ni necesario, o bien se refuerzan convenientemente algunos de esos destinos, como por ejemplo Afganistán, donde nuestras tropas llevan bastante tiempo pasándolo realmente mal por falta de medios y efectivos.
Si además tenemos en cuenta que la política anunciada por Obama es ir retirándose de Irak y al mismo tiempo reforzar la presencia del contingente aliado en Afganistán, para lo que sin duda solicitará el respaldo de los países destacados en la zona —ya sugerido públicamente—, entre ellos España, pocas dudas caben de que la ampliación de la cuantía de nuestros expedicionarios tiene como destino Afganistán. O lo que es lo mismo, el fulano de las “ansias infinitas de paz” de los tiempos de Bush, es decir, el mismo que encabezaba las orgiásticas manifestaciones callejeras del “No a la guerra”, no parece que vaya a tardar demasiado, por obra y gracia del triunfo de Obama, en convertirse en un auténtico felpudo del nuevo presidente norteamericano. De lo que se deduce, una vez más, que tras las siglas de ZP se halla uno de los mayores farsantes de nuestra generación. De varias generaciones, diríase con mayor propiedad.
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