A pesar de que todos los indicadores económicos y sociales apuntan a que en los próximos meses, por no decir años, España va a pasar por una de las etapas más calamitosas de su historia —ya larguísima historia—, el gobierno socialista vive de lleno la Navidad, al menos en su vocación de cuenta cuentos para crédulos, y por lo tanto sigue transmitiéndonos la idea de un mundo pluscuamperfecto de mil colores: “Los pronósticos y lo que las organizaciones internacionales esperan es que volvamos a la senda del crecimiento en la segunda mitad del año próximo”. Dijo Zapatero en septiembre, y lo ratificó hace apenas unos días: “preveo una creación de empleo muy estimable en marzo”.
Sin embargo, todo apunta a que esta legislatura será de lo más calamitosa, repito, y no se sabe qué resultará peor: si la confirmación de la fractura territorial (regiones soberanas casi a todos los efectos), la continuada pérdida de valores (conculcación del derecho a la vida, la igualdad ante la ley y la libertad individual), la cada vez más radical alineación de los españoles en dos bandos (buenos y malos, según se declare uno, respectivamente, de derechas o de izquierdas) o ese paro generalizado que a principios de 2010 pondrá a los trabajadores desempleados en una larga fila de cuatro millones de personas, y subiendo. Es decir, un cuarteto de calamidades que vistas de una en una representan auténticas desgracias nacionales, pero que todas juntas podrían situar a nuestra patria en uno de esos países donde la convivencia es poco menos que ilusoria como consecuencia de la desigualdad y el fanatismo.
El gobierno socialista sabe de sobras que lo está haciendo rematadamente mal, pero le resulta imposible cambiar su actitud arbitraria y amoral al encontrarse atado de pies y manos. Para mantenerse en el poder, que además alcanzó echándose orgiásticamente a la calle, hace años que el socialismo decidió someterse al chantaje de los partidos nacionalistas y los grupos de presión. Y ya se sabe cómo funciona esto de los chantajes: O sigues pagando o… Pongan ustedes lo que les parezca detrás de los tres puntos. Lo que ocurre es que llega un momento que tanto atropello deriva forzosamente en violencia, ya que es muy posible que las personas que nada tienen que perder, salvo su propia desesperación, decidan echarse igualmente a la calle para exigirle al Gobierno —también a los gobiernos autonómicos— que dejen ese derroche a manos llenas del que se tiene noticias a diario, cese el favoritismo hacia sus protegidos y se ocupe de restarles un poco de miseria a los más necesitados.
Así, pues, el gobierno socialista no desconoce que nos adentramos en una etapa calamitosa que podría conllevar violencia callejera generalizada. Lo sabe de sobras. De modo que comienza ya a tomar sus medidas y a pertrecharse. Hoy se ha sabido que solamente en Madrid y solamente la Guardia Civil dispondrá próximamente de una nueva partida de 100.000 pelotas de goma antidisturbios, destinadas, según se dice literalmente, a “disolver masas agresivas”. De seguir todo a este ritmo, me temo que lo de Grecia resultará un juego de niños en comparación a lo que pueda llegar a ocurrir en España. A falta de un “Nunca mais” de índole local o de un “No a la guerra” que el ensalzado Obama ha decidido reforzar en Afganistán, en Grecia fueron los jovencitos anarquistas, bien alimentados, los que actuaron para desgastar a un gobierno de derechas. Y los griegos seguirán, porque la pertinacia de la izquierda es proverbial y desmedida. Ahora bien, me pregunto qué puede ocurrir en España si sustituimos a esos niñatos griegos, muchos de ellos universitarios, por hombres hechos y derechos que se sienten impotentes para lograr un empleo y cuyas familias hace meses que se han instalado en la penuria.
Autor: Policronio
Publicado el 23 de diciembre de 2008
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