jueves, 16 de agosto de 2018

Yo tampoco me resigno y además no pienso pedir perdón

Cádiz, monumento a la Constitución de 1812, la "Pepa".

No pienso pedir perdón por pensar que merece la pena luchar por una España que sirva de cobijo a hombres libres e iguales. Ya sean estos de la raza y religión que sean, siempre y cuando acepten como propio nuestro orden público constitucional, como referente para su comportamiento cívico. 


Lo anterior excluye a los creyentes de cualquier religión que pongan en entredicho la Autoridad de la Nación, obedeciendo preceptos que chocan frontalmente con los derechos y libertades consagrados por nuestra Constitución. Es por ello, que no pienso resignarme a que tengamos que aceptar como borregos la proliferación de espacios públicos y privados, donde se pretende que rija la Ley Islámica. Ley que consagra la desigualdad entre hombres y mujeres, que propugna el modo más horrible de mutilación femenina, que propugna los matrimonios forzosos, que ignora que los homosexuales no tienen por que dar explicaciones. Que condena a la lapidación a las adúlteras, a muerte a los homosexuales. Que permite los asesinatos de honor de las mujeres violadas, simplemente porque pretende que ellas tienen "la culpa" del comportamiento animal de sus "hombres".

No pienso pedir perdón por pensar que nuestra cultura y civilización es superior a la musulmana. Por pensar que nuestros valores son universales y que no deben ceder, en ningún caso, espacio alguno a la proliferación de prácticas salvajes, donde se condena a la mitad de la población a asumir la condición de objeto de disfrute de la otra mitad.

No pienso pedir perdón por pensar que la organización del Estado en autonomías políticas ha sido un verdadero fiasco. Por pensar que el centralismo de Madrid se ha convertido en el centralismo de Barcelona, Valencia, Toledo, Valladolid, Sevilla, etc. Por pensar, que lejos de haber acercado el poder a los ciudadanos, el Estado autonómico ha propiciado el nacimiento de diecinueve poderes caciquiles, donde la alternancia en el poder se convierte en una mera quimera, a causa de las potentes redes clientelares  nacidas a  su amparo.

No pienso pedir perdón por no aceptar en ningún caso y bajo ninguna circunstancia que el gobierno o desgobierno de turno pretenda educar a mis hijas en valores que me son absolutamente rechazables. 

No pienso pedir perdón por pensar que sólo el capitalismo y la democracia liberal han permitido sociedades abiertas, donde el individuo es el motor de su propio progreso y el de la sociedad, y donde se han alcanzado cotas de libertad, bienestar y prosperidad inimaginables en cualquier país de economía socialista o socialdemócrata. 

Y por último, no me resigno a pensar que sólo siendo socialista se puede ser buen ciudadano. Antes al contrario, el camino más corto para convertirse en un pésimo ciudadano, o lo que es lo mismo, el camino más corto para convertirse en súbdito es ser socialista y tener como santo y seña el partido de la corrupción, el crimen de Estado y la malversación masiva de fondos públicos.

Ni me resigno ni pido perdón.

Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 8 de abril de 2008

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