Cándido Méndez y José María Fidalgo, en una imagen de 2008. |
Yo no digo que los mandos de la cosa sindical nos mareen con huelga por aquí y huelga por allá y que acaben por fastidiar del todo el invento. Pero de ello, a que los respectivos jefes de la cosa salgan en comandita, por no decir en cuadrilla, a lanzar loas y parabienes a las (¿Cuáles?) medidas de orden económico que ha adoptado el gobierno, hay todo una serie de matices, o de grises, como dicen los modelnos.
Y no han tenido estos pollos otra ocasión más propicia para ganarse el sueldecito de liberados de por vida de ganarse el pan con el sudor de su frente, que el marco incomparable de la clausura de la conferencia intersindical sobre el cambio climático, que se ha celebrado en el curso de la Expo de Zaragoza. Evento éste, que tiene toda la pinta de haberse convertido en la primera tenida seria de la nueva religión de la calentología.
No tengo noticias sobre lo que han podido evacuar en la misma. Pero dado el magnífico olfato que han acreditado los sindicatos para sacarnos los cuartos, vía subvenciones por la paz social, no me cabe la menor duda de que habrán hecho las delicias de los liberticidas y sacamantecas de siempre. Con Z a la cabeza, por supuesto.
O sea, que por si éramos pocos parió la abuela. Creo que Méndez y Fidalgo o Fidalgo y Méndez, que tanto monta, monta tanto, no han calibrado las consecuencias que, para el bienestar de los trabajadores, tendrían la aplicación de las medidas que, día sí y otro también, tienen a bien proponernos sus primos hermanos los sandíos. A no ser que estimen que lo mejor para la clase trabajadora es volver al paleolítico.
Claro, que bien pensado, en el paleolítico no había clase trabajadora ni, por supuesto, sindicatos de cotización obligatoria. Pues será por eso.
Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 13 de septiembre de 2008
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