Hoy he conocido una nueva evidencia de la poca compasión que algunos países musulmanes muestran todavía, lo cual no es de extrañar puesto que nos las habemos ante unos adeptos —hablar de fieles religiosos en el caso de los islamitas me parece inapropiado— que no sólo han permanecido integrados durante siglos en ese estado de beligerancia cuya coartada es la supuesta guerra santa, falsamente conocida como Yihad (1), sino que jamás han secundado de buena fe el mensaje del profeta Mahoma que alude a un Dios clemente y misericordioso (Sura, 1.2) que debería ser imitado en tales virtudes.
Lo que ocurre es que el Corán, una obra artificial falsamente atribuida a Mahoma, además de ser un texto sumamente farragoso y de lo más confuso, no posee ni una sola de sus páginas que no acabe contradicha por otra página posterior. Y así, si de clemencia y misericordia se habla al inicio del libro, en la aleya 24 del sura “La inmunidad”, puede llegar a leerse este disparate: “Si vuestros padres y vuestros hijos, vuestros hermanos y vuestras mujeres, vuestros parientes y los bienes que habéis adquirido, y el comercio cuya ruina teméis, y las habitaciones en que os solazáis, os son más queridos que Dios, su apóstol y la guerra santa, esperad a ver que Dios venga en persona a realizar su obra. Dios no dirige a los malvados". Es decir, que se incluye a la guerra santa en una especie de trinidad que es preciso anteponer incluso a la familia.
Pues bien, retomando la noticia del día, digamos que Europa Press, en un informe de su corresponsalía en Nueva York, se hace eco del comunicado de Human Rights Watch e informa en su titular: “Sólo cinco países del mundo son responsables de las penas de muerte contra menores”. A saber: Irán, Arabia, Sudán, Pakistán y Yemen, todos ellos de mayoría musulmana. Destaca especialmente el caso de Irán, esa férrea dictadura chiíta que acapara el grueso de las ejecuciones de delincuentes menores de edad, que a saber cuál es la causa de la condena. Y además lo hace mientras se prepara a la máxima velocidad que le es posible para lograr armamento atómico, probablemente destinado al único país libre de la zona: Israel.
Una vez más llega uno a la conclusión de que no es posible detener a estos genocidas vocacionales, como son los musulmanes radicales —que tanto abundan—, con simples buenas intenciones amparadas en la “Alianza de Civilizaciones” y otras filosofías políticas propensas a la sumisión ante los totalitarios. No es posible porque el islam jamás retrocederá ni un palmo de terreno, ni dejará de usar la violencia para sus coléricos fines por más vidas humanas que haya en juego. Unas vidas, dicho sea de paso, a las que el adepto al islam les concede incluso menos valor que los marxistas, segunda —o primera, según se mire— gran ideología genocida de nuestro tiempo.
(1) Yihad (del árabe esfuerzo): Palabra traducida comúnmente como “guerra santa”, que correspondería al Yihad menor (al-yihad al-asgar), puesto que el Yihad propiamente dicho, o Yihad mayor (al-yihad al-akbar), es entendido como una lucha interna, individual y espiritual, contra el vicio, la pasión y la ignorancia. También existe el Yihad o guerra santa defensiva, único que reconocen una parte de los musulmanes. En Occidente casi siempre se interpreta el Yihad musulmán como una guerra ofensiva, quizá ello sea debido a que numerosos caudillos y déspotas musulmanes han apelado a la guerra santa para defender las cuestiones más triviales que nada tienen que ver con la religión y sí con razonamientos o actitudes tiránicas.
Autor: Policronio
Publicado el 11 de septiembre de 2008
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