Revista del entonces Príncipe de Asturias a la Escuela Naval Militar de Marín (Pontevedra). |
Vivo cerca de Cartagena y en mi pueblo abundan los marinos profesionales, es decir, los militares de la Armada. Ofrecerle nuestros hijos a la noble institución armada, para que ocupen los más diversos puestos y destinos, es una larguísima tradición que se remonta a varios siglos. Alguno de los que han nacido en esta humilde población de costa donde me encuentro, me sea permitido obviar el nombre, ha llegado a ostentar, con todo merecimiento, el máximo rango militar posible por detrás del Rey, que no es otro que el de jefe del Alto Estado Mayor. La vida militar no me es totalmente ajena, al menos desde una posición de amistad y simpatía, a menudo cercana a sus profesionales si bien no encuadrado dentro de sus filas. Por eso sé que no hay buen ambiente en la milicia y las causas son diversas.
Ahora se ha venido a sumar una nueva causa a ese malestar: La reforma de la ley de la Carrera Militar, diseñada por los socialistas con no se sabe qué fin, aunque uno puede llegar a sospecharlo, y que desmantela varias de las tradiciones que los militares han considerado siempre casi sagradas, como es el ascenso por antigüedad, mérito y preparación. La nueva ley contempla ahora otras opciones para el ascenso, como es la equiparación tras haber realizado determinados cursillos (entre los que siempre se incluye la asignatura de “Alianza de Civilizaciones”) y destinados a un personal elegido a dedo para recibirlos. Eso ha motivado que un importante grupo de oficiales de la Armada (más de 300) haya presentado un recurso contencioso-administrativo.
No me apetece hablar mucho más de este asunto, por el momento. En este enlace a El Imparcial, donde en varios artículos se trata el tema, el que lo desee podrá localizar más datos. Para finalizar, baste decir que también el ámbito militar está sometido a los zarpazos arbitrarios de un gobierno que pudre todo lo que toca. Y la carrera militar no podía quedar al margen. Esto no es que sea ya un cambio de régimen político, que lo es, es que nos dirigimos de cabeza hacia el totalitarismo más despótico, eso sí, con una leve apariencia de democracia para que no nos expulsen de los foros internacionales. Que se sepa: Zapatero no es un demócrata, sino un adolescente iluminado.
Rajoy tampoco es un demócrata, sino un adocenado que le hace el juego al Adolescente —por ejemplo pactando la vergonzosa renovación del CGPJ—, y además es incapaz de adoptar medidas acordes con la gravedad de esta situación de derrumbe que vivimos, como podría ser el abandono temporal de las instituciones parlamentarias. Total, para lo que allí hacen los populares: mucha frase bonita, como las de hoy a cargo del jefe de la Oposición, y ninguna enmienda aceptada a la hora de las votaciones. Y así un año tras otro hasta las siguientes generales, que las volverá a perder. Y si ahí acabase todo, ningún problema y que Rajoy con su pan se lo coma, lo malo es que entretanto se nos está envenenando la sangre a los españoles y no veo que sea posible el escape de este sistema partitocrático en el que, para más inri, los separatistas tienen siempre la llave de la gobernabilidad.
Autor: Policronio
Publicado el 10 de septiembre de 2008
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios moderados.