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| El carnaval ofrece una muestra paródica de la "Alianza de Civilizaciones". |
El poco tiempo que me dejan mis preocupaciones profesionales lo ocupan las "neuronales", o sea, que me encuentro en fase primaria de lo que parece apuntar a una "descompresión" tipo "gallardonita", esa que se produce tras comprobar el grandísimo aprecio del que gozas entre tus conmilitones y que te invita ora al lloriqueo, ora a la reflexión a fecha fija y ora a la genuflexión ante el Padre Fundador.
El caso es que ando algo mosqueado, si es que debo atender al resultado del reciente encuentro de la "Alianza de Civilizaciones" en Madrid, a causa de haber llegado a comprender de una vez lo bueno que es que ahorquen a los homosexuales, más que nada porque son todos unos mariconazos, ellos, y unas camioneras feas, ellas. O al menos, no debe ser tan malo como pregonan esas maris de derechas, entre otras razones porque nuestro gobierno no se gasta diez millones de euros invitando a comer a cualquiera. Bueno, a comer y a lo que haga falta.
También me arremete el mosqueo, sobre esa cosa que promueve ZP, porque tras largos años de pensar y defender que las mujeres deben gozar de los mismos derechos que los hombres, me empiezan a asaltar dudas, muchas dudas. Convendrán conmigo, lectores varones, que no dar palo al agua en casa, soltarle un fostión a la parienta -¡algo habrás hecho!- y luego preguntarle no deja de tener su encanto. ¿Qué, no?, pregúntenle a los amigos imanes, ayatolás, jeques y demás jerarquía del Profeta de la Jeta Invisible, invitados por nuestro gobierno a visitar la Federación de Pueblos Ibéricos, menos Portugal, con ánimo aliancista o aliancero.
Y lo que más me acongoja es que hasta me parece bien esa sanísima y milenaria costumbre que consiste en la ablación del clítoris, si a nuestros amabilísimos y educadísimos invitados así les parece. En otro tiempo hubiera pensado que bien podían empezar ellos por cortarse los cojones. Pero vamos, que me he civialianzado y no me queda más remedio que ser consecuente.
Tanto, que elevo rogativas al Altísimo para que la primera vez que Pizarro y Solbes se encuentren cara a cara, convengan en rezar una plegaria por la salvación del alma de Gallardón. Yo pago las copas.
Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 19 de enero de 2008

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