Traslado de los restos mortales de José Antonio Primo de Rivera a la basílica del Valle de los Caídos. |
Aparte de las naciones citadas en la anterior entrega, invito al lector a que profundice en la situación y reacciones a nuestra Guerra Civil del resto de estados que pertenecían a Occidente: ¿Quién puede creer que Gran Bretaña, la misma Francia (donde el gobierno era afín al Frente Popular español, pero que siempre antepuso la Patria a la política) y otras naciones de mentalidad semejante, iban a admitir una cabeza de puente comunista en la Península Ibérica? El horror se hubiera abatido sobre la civilización occidental y, en vez de sufrir parte de Europa setenta años de infamia y terror, probablemente lo hubiera sido el continente entero y aun estaríamos sin esperanza de salida, sumidos en la miseria, bajo el yugo soviético.
La ayuda de Gran Bretaña y Francia a los rojos fue una pamema, destinada a contentar a las masas propias de ignorantes, que entre ellos también las había. La realidad es que las naciones de Occidente, más o menos encubiertamente, en forma más o menos mefistofélica, ayudaron al Gobierno Nacional y creo, razonamiento totalmente mío, que si hubiera sido preciso habrían llegado hasta a tomar las armas para colaborar con España en la expulsión del comunismo del occidente de Europa. A lo largo de mí vida, he tenido relación, por asuntos de trabajo, con ciudadanos franceses e ingleses, de edad aproximada a la mía. Ha sido excepción los casos en que no se mostraran entusiastas fervientes de los nacionales.
¿Y que ofreció el Gobierno rojo a los españoles bajo su dominio? Hambre, muerte y favoritismo. Una tremenda diferencia de trato en función de la relevancia del personaje. Produce pena y amargura recordar la pretendida igualdad que promulgaban entre todos los hombres. ¿Alguien puede informarnos del frente en que, con las armas en la mano, defendieron sus ideales los hijos de Prieto, de Negrín (4) y, en general, de todo capitoste rojo que estuviera en edad militar? ¿En qué batallas, a sus 32 años, tomó parte Francisco Antón, brillante Comisario de Guerra del Ejército rojo, de muy alta graduación y bella estampa, “amigo” de la Pasionaria (que estaba casada con Julián Ruiz, un honrado y bondadoso minero socialista, de edad adecuada a la de su esposa, nacida en 1895)? Por esta anómala situación del amante de Dolores Ibarruri, hubo un violento encuentro entre ella e Indalecio Prieto, Ministro de Defensa, (se ve que éste, amnésico, pensaba que su hijo estaba en el frente). Vencieron las faldas. Sin perjuicio de que, ya en Rusia, cuando la Pasionaria había sobrepasado los 50 años, su amante se buscase otra amiga más jovencita, con la que formó familia. Se abatieron sobre él las iras de la dulce paloma y Antón salvó la vida gracias a que Stalin murió oportunamente.
Los dirigentes socialistas y comunistas del llamado Gobierno de la República, sabían cuidar su vida y la de los suyos, aunque no vacilaban en mandar al frente a niños de 17 años. De esta edad eran la mayoría de los que, cuando la guerra ya estaba aplastantemente decidida, fueron movilizados por el Gobierno rojo y, sin la más mínima preparación militar, lanzados a la insensata ofensiva de Brunete, en enero de 1939, donde sufrieron una terrible mortandad. Ofensiva que, para rechazarla, bastaron las fuerzas de cobertura. (No confundan esta ofensiva, sobre la que muy poco se ha hablado, con la batalla del mismo nombre, que tuvo lugar en julio de 1937, que desde los puntos de vista militar y político, estaba justificada). Entre los nacionales, no dudo que habría algún hijo de personalidad que estuviera “camuflado”, pero eran la excepción. Y contaban con el desprecio de amigos y familiares. Entre los rojos, era la norma.
Como resumen, señor lector: ¿Es vituperable que, en 1808, ante la invasión francesa, que estaba apoyada por el gobierno de la época, ciego o traidor, el pueblo español recurriese a la dialéctica de los puños y las pistolas, en defensa de la Patria? ¿Ha decidido lo que hubiera hecho V., de haber vivido en aquella época?
Como dilema de más proximidad, le ruego lleve a cabo un examen frío de los hechos durante la preguerra y la guerra de España, (1936-39), así como, tras finalizada la mundial, de la situación de los pueblos que fueron sometidos a regímenes comunistas. Tiene V. materia suficiente para hacerlo. ¿Qué habría decidido, (en posesión del conocimiento de hechos) caso de haber tenido ocasión de participar en la guerra 1936-39? Analice por su propia cuenta, fiándose solo de antecedentes y realidades contrastados. De hechos y consecuencias. No de bellas palabras o de “lo que me han dicho”.
Aquella guerra fue denominada “Guerra de Liberación”. Cuando examinamos los padecimientos sufridos por Alemania Oriental, Estonia, Letonia, etc., comprobamos lo acertado que estuvo quien la bautizó así.
Autor: Rogelio Latorre Silva
Publicado el 5 de agosto de 2007
(4) El doctor Negrín tuvo tres hijos varones. Del único que hay referencias que estuvo encuadrado en el ejército rojo, es Rómulo Negrín Mijalovic. Desconozco la razón de su segundo apellido, pues su padre se llamaba Juan y su madre, si bien rusa de nacimiento, María Fidelman Brodsky. Rómulo formó parte de un grupo de españoles que hizo en Rusia el curso de piloto de caza. No he visto ninguna información de que interviniera en combate alguno y sí solo la de que “fue apartado de las operaciones, por razones de seguridad estatal”. El hijo de Largo Caballero permaneció toda la guerra en Sevilla (Zona Nacional) y en ningún momento se temió por su seguridad ni que por su causa pudiera peligrar la del Estado. Como fue casi una norma en aquella guerra, un fin bien distinto le fue reservado al hijo del coronel Moscardó, defensor del Alcázar del Toledo, que detenido en esa plaza por las autoridades del gobierno de Madrid, murió asesinado al negarse su padre, con la aprobación expresa del hijo, a entregar la fortaleza a los rojos. En las filas nacionales fueron muy numerosos los aristócratas, incluso príncipes de sangre real que, como oficiales profesionales o provisionales, murieron en el frente, al mando de sus soldados, en unidades de choque. Entre ellos, podemos citar a Fernando Maldonado y Chávarri, Conde de Villagonzalo, Grande de España, alférez provisional de infantería, que el día de su muerte, a pesar de tener solo 18 años, era el cabeza de la familia, pues su padre había sido asesinado por los rojos, en Madrid, al principio de la guerra. Fernando murió en enero de 1939, en la ofensiva de La Llerena (Extremadura). Churruca, aristócrata vasco, teniente provisional de infantería, de la Cuarta División de Navarra, murió el último día de guerra, en la ofensiva final, en la ruptura de la cabeza de puente de Toledo. El príncipe Borghese, italiano, atendió a la llamada de la civilización occidental y murió defendiéndola como teniente de infantería del CTV, (Cuerpo de Tropas Voluntarias), haciéndose merecedor de la Cruz Laureada de San Fernando, la máxima condecoración militar española por hechos de guerra. La relación de actos semejantes sería interminable.
(4) El doctor Negrín tuvo tres hijos varones. Del único que hay referencias que estuvo encuadrado en el ejército rojo, es Rómulo Negrín Mijalovic. Desconozco la razón de su segundo apellido, pues su padre se llamaba Juan y su madre, si bien rusa de nacimiento, María Fidelman Brodsky. Rómulo formó parte de un grupo de españoles que hizo en Rusia el curso de piloto de caza. No he visto ninguna información de que interviniera en combate alguno y sí solo la de que “fue apartado de las operaciones, por razones de seguridad estatal”. El hijo de Largo Caballero permaneció toda la guerra en Sevilla (Zona Nacional) y en ningún momento se temió por su seguridad ni que por su causa pudiera peligrar la del Estado. Como fue casi una norma en aquella guerra, un fin bien distinto le fue reservado al hijo del coronel Moscardó, defensor del Alcázar del Toledo, que detenido en esa plaza por las autoridades del gobierno de Madrid, murió asesinado al negarse su padre, con la aprobación expresa del hijo, a entregar la fortaleza a los rojos. En las filas nacionales fueron muy numerosos los aristócratas, incluso príncipes de sangre real que, como oficiales profesionales o provisionales, murieron en el frente, al mando de sus soldados, en unidades de choque. Entre ellos, podemos citar a Fernando Maldonado y Chávarri, Conde de Villagonzalo, Grande de España, alférez provisional de infantería, que el día de su muerte, a pesar de tener solo 18 años, era el cabeza de la familia, pues su padre había sido asesinado por los rojos, en Madrid, al principio de la guerra. Fernando murió en enero de 1939, en la ofensiva de La Llerena (Extremadura). Churruca, aristócrata vasco, teniente provisional de infantería, de la Cuarta División de Navarra, murió el último día de guerra, en la ofensiva final, en la ruptura de la cabeza de puente de Toledo. El príncipe Borghese, italiano, atendió a la llamada de la civilización occidental y murió defendiéndola como teniente de infantería del CTV, (Cuerpo de Tropas Voluntarias), haciéndose merecedor de la Cruz Laureada de San Fernando, la máxima condecoración militar española por hechos de guerra. La relación de actos semejantes sería interminable.
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