No pretendo pontificar ni por supuesto, como un Cebrián cualquiera, repartir salvoconductos de “demócratas de toda la vida” a los que provistos de calzoncillos azules se enfrentan a un conejo, calzoncillos por otra parte adornados con dos buitres casi leonados —estando Zerolo de por medio, las águilas parecen buitres—, que es como está ‘mandao’ y Ave María Purísima. Con estas líneas pretendo únicamente, al hilo de las penúltimas tonterías del Gobierno más franquista de los últimos veinticinco años de paz, reflexionar al respecto de lo dura que se posa la democracia sobre los democráticos ciudadanos, nosotros. Y es que al parecer “hemos ‘perdío’ el norte”, que diría mi ilustre paisano don Emilio Calatayud Pérez, juez de Menores de Granada.
Porque, si de lo que se trata es de dar cuentas, prefiero que el Gobernante-Comandante en Jefe de las Desaladoras Inexistentes y agasajador de las treinta vírgenes moras-rambo de Gadafi, se las de a Dios Todopoderoso, que con el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo conforman la Santísima Trinidad —nada que ver con la Jiménez—. O que las cuentas se rindan ante la Historia, incluso aunque ésta sea escrita por un don Javier que en paz descanse, Tussell. Sí, cualquier cosa en lugar de responder ante el sufrido ciudadano-administrado-contribuyente-votante, que acabará ‘regañao’ por las propinas y por el desprecio inaudito mostrado ante el conejo de “dedos abajo”, barato, ‘paisa’. Puesto que el de “dedos arriba”, por otra parte, anda por cincuenta euros la pieza, según mis fuentes. O sea, una ruina.
El caso es que la democracia ha devenido en las últimas fechas como la excusa perfecta para echarle la culpa al sufrido ciudadano-administrado-contribuyente-votante, ora comedor de gambas, ora pagador de la ora, también del impuesto sobre la renta de las personas físicas y químicas, del I.V.A. con o sin, de impuestos especiales sobre las drogas permitidas y demás tasas —entre ellas la recogida de basura— y contribuciones especiales y la madre que las parió. Y eso sin hablar del canon digital, impuesto revolucionario de los titiriteiros, entusiastas de haber aupado al poder a los tíos, tías y tíes más impresentables que parió la Península Ibérica en los cincuenta y sesenta, aún vigentes los PPFFM (Principios Fundamentales del Movimiento), de los que tanto mamaron, aprendieron y se lucraron. Atrévete Cebrián a desmentirlo, si tienes vagones.
Sí, queridos amigos, nuestros votos y sólo nuestros votos han permitido que un personaje como ZP sea ahora nuestro presidente del Gobierno y ya veremos si después. El caso es que este individuo, imposibilitado para rendir cuentas ante Dios y ante la Historia —no lo permita el Gran Maestro—, imposibilitado asimismo por su concepción russoniana de la voluntad general, no es capaz, ni debe, de asumir responsabilidad ninguna, porque en su enfermiza creencia, democrática al fin y al cabo, piensa que la responsabilidad de todo lo que acontezca es de los que le han votado. Y es así, ni más ni menos. Y está en lo cierto. La democracia lleva de suyo el ajo y el agua. A joderse y a aguantarse.
La democracia elevó a Hitler, a Chávez y a Evo Morales al altar de los gobernantes democráticamente elegidos, nos pongamos como nos pongamos. Y a ZP también. Y esa democracia permite que Hitler, Chávez, Evo y ZP sean colegas de Mister Churchill, por poner un ejemplo.
Y no piensen que ahora les voy a hacer un relato de las culpas que, según esa cosa que nos gobierna, nos corresponden a los ciudadanos. Depresión no, gracias.
Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 19 de diciembre de 2007
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