Agustín Díaz de Mera. |
Es posible que el ex Director General de la Policía, Agustín Díaz de Mera, sea un hombre valiente y honesto, como lo han calificado algunas personas cercanas a su partido, pero desde luego lo que no parece es un hombre perspicaz y mucho menos atinado. Vino a decir este señor, en el juicio, que no revelaba sus fuentes para evitarles el mal a otras personas, dando a entender que las pondría en peligro si daba sus nombres. Si se parte de la base que afirmar algo así supone precisamente ponerlas en peligro, por cuanto se infiere que Díaz de Mera da por hecho la existencia de una trama policial dispuesta a todo, a su indiscreta declaración inicial de la COPE, que nunca debió hacer si no estaba dispuesto a llegar hasta donde hiciese falta, le suma ahora una segunda taza de leche agriada, de mayor dimensión, más torpe y con tres terrones de imprudencia añadidos.
Para los que no conozcan el caso, digamos que Díaz de Mera declaró que existe un informe que vincula a los moritos del 11-M con la ETA, algo que, como es lógico, ha intrigado sobremanera al juez Gómez Bermúdez, por cuanto le daría un vuelco espectacular al proceso, hasta ahora orientado por la Fiscalía a considerar a esos moritos autores únicos de la masacre. Creo, al respecto, que el juez lo está haciendo impecablemente y que hasta el momento no descarta ninguna de las opciones, a diferencia de la fiscal Olga Sánchez, mucho más en la línea de seguir un procedimiento judicial llave en mano a favor de no perjudicar al Gobierno y a poder ser favorecerle. Por eso la Sánchez representa a una justicia del tres al cuarto y el Bermúdez da estampa de “gente” seria, con perdón por el casticismo de los artículos delante de los apellidos.
Volviendo a Díaz de Mera, ¿cómo es posible que un hombre de su experiencia no se haya percatado de que los primeros enfilados como supuestos chivatos serán sus propios hijos? Si la trama policial existe —estoy convencido de ello a partir de unas pruebas falsas (mochila de Vallecas y furgoneta Kangoo) que encaminaron la investigación hacia la facción islámica—, puede ocurrir que sus miembros, ante la eventualidad de ser descubiertos, que es lo primero que deben estar pensando, opten por avanzar un paso más y decidan silenciar a esas fuentes. Todo dependerá, como es lógico, de cuál sea el grado de implicación de la supuesta trama en la masacre.
Veamos, si la trama de Canillas —va siendo hora de que comencemos a ubicarlos— se ha limitado a falsificar esta mochila o aquella furgoneta, más que nada porque se les acababa el plazo y los suyos debían ganar las elecciones, pero en realidad, aunque tramposamente, se limitaron a señalar hacia los verdaderos culpables, como mucho les costará la expulsión del cuerpo policial y a lo sumo cuatro años de cárcel, que quedarán reducidos a casi nada y encima serán recompensados con un puesto de trabajo de esos que el partido que les respalda reserva a sus fieles.
Ahora bien, si los que han puesto las pruebas falsas han sido, al mismo tiempo, los “diseñadores técnicos” de los atentados —creo que el brazo ejecutor corrió a cargo de los moritos suicidas o suicidados—, naturalmente por encargo de la “autoridad competente”, en tal caso no dudo en absoluto que habrá nuevos suicidas o suicidados y flaco favor se les habrá hecho a unas fuentes que intensificarían exponencialmente su propia seguridad en el caso de darse a conocer y presentar al público las pruebas que posean. Luego me extraña que algo así no sea capaz de verlo quien aparenta preocuparse de lo que se cuece en Interior; es decir, Agustín Díaz de Mera.
Hay una segunda cuestión, nada accesoria, que mueve a creer en la inconveniencia de la postura adoptada por Díaz de Mera al negarse a facilitar más información. Si es cierto que ese informe existe y que demuestra las conexiones entra la ETA y el 11-M, estaríamos hablando de darle solución a un procedimiento judicial que nos envenena la sangre a muchos españoles, motiva no pocas controversias exacerbadas y puede acabar por enfrentarnos irreconciliablemente. Es más, si la participación de la ETA se confirma, puede ser determinante para la caída del régimen de Zapatero, otro de los factores que originan la radicalidad y la crispación en la sociedad española.
Si a cambio de un beneficio tan importante para el futuro de nuestra patria, que no de otro modo debe ser contemplado desde el punto de vista de los amantes de la libertad, dos —o doscientos— funcionarios policiales pueden ser cesados como represalia por los políticos que ahora detentan —sí, detentan— el poder, me parece pecata minuta refugiarse en unos escrúpulos que a nada bueno llevan. No se trata aquí de ser un chivato. Tampoco de inmolarse en aras de un falso honor. De lo que se trata, realmente, es de buscar cualquier vía que desenmascare a los policías falsificadores de pruebas, de conocer la verdad verdadera —como ahora se dice— y, de paso, para que el pueblo comience a reconciliarse con sus propios fantasmas. Esos fantasmas que de no quedar suficientemente esclarecidos pueden llevarnos a la tragedia, porque la cobardía de ZP y su sometimiento a la ETA no parece que vayan amainando. Todo lo contrario.
Autor: Policronio
Publicado el 29 de marzo de 2007
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