miércoles, 18 de abril de 2018

Elecciones catalanas: Un PP acobardado

Si hace más de una década el nacionalismo catalán ya practicaba todo tipo de violencia contra los miembros del PP o sus sedes en Cataluña, el asunto aún se ha radicalizado más en el bienio 2017-2018. Así lo evidencia una imagen en la que los monigotes de Arran, tras intentar ocupar el local sin lograrlo, causaron estragos en la sede de los populares y dieron la tabarra -ahora se llama escrache- durante bastante tiempo.

El Partido Popular ha sido ilegalizado en Cataluña, lo ha decidido así el hasta ahora llamado Tripartito y no me extrañaría que fuese una de las cláusulas secretas del Pacto del Tinell. Me refiero, por supuesto, a la actividad política a pie de calle en esa social-fascista Catalunya -con ny- cuya clase dirigente va alternándose en los sucesivos envíos de escamots destinados a impedir la libertad de expresión de los populares. Ni mítines electorales, ni conferencias en la universidad, ni presentaciones de libros, ni respeto a las sedes del PPC.


Nada ha quedado excluido del avasallamiento o violencia nazi hacia el único partido de ámbito español y tibia confesión no nacionalista -caso Piqué- cada vez que ha querido mostrarles sus ideas a los ciudadanos catalanes. Unos ciudadanos sobre los que empiezo a sentir verdadera lástima al estar cada día más convencido de que tienen lo que se merecen, porque es lo que les gusta a los que suelen participar en las elecciones. Los otros, los que no comulgan con la inmoral casta política catalana, simplemente se abstienen de votar cuando debería ser justo al revés: A mayor opresión nacionalista, más deseos de participar para arrojar a esa gentuza del poder.

Nos hallamos, pues, ante un indecente reparto de papeles, al más puro estilo estalinista,  en el que nadie es inocente ni se sitúa al margen de ese totalitarismo que asfixia a Cataluña. Un reparto bastante sospechoso en el que últimamente Esquerra se dedica a boicotear los mítines de Ciutadans, mientras que es el PSC quien se ocupa de la gente de Rajoy. Y hasta tal punto es así, que el gran argumento para violentar un reciente acto preelectoral del PP en Martorell consistió en afirmar que es una vergüenza que alguien como Aceves pueda visitar Cataluña. Visita que en sí misma equivale, en opinión de gente tan inmoral como Carod, a toda una provocación inadmisible que motiva justificadas reacciones en contra. 

El anterior episodio nazi al de Martorell se produjo el pasado mes de junio y fue en Granollers, donde igualmente y a cargo del radical PSC se produjo un altercado que obligó a Rajoy a salir protegido por la policía. Supongo que en ese momento alguien pensaría, con el mismo criterio antidemócrata, que era una vergüenza la visita del Jefe de la Oposición a Cataluña. No hay duda alguna de que llueve sobre mojado, lo que me lleva a pensar si estas gentes del PP aprenderán alguna vez o, por el contrario, les va la marcha masoca y el verse a sí mismos como víctimas, sometidos impunemente al acoso de los escamots nazis -valga aquí el término nazi para significar el nacionalismo radicalizado y violento-; lo que equivale, puestos a interpretar el asunto con cierta malicia, que el uso del método espantadizo por parte de la directiva del PPC para justificar su propia apatía, su falta de coraje y el incierto resultado electoral que les aguarda -al tiempo- denotan una actitud poco avezada. Cuanto más ahora, que Ciutadans ha dejado claro que es un partido antinacionalista para quien sólo hay una nación: España.

No sé cuántos militantes poseerá el PPC en Cataluña, pero aseguraría que no deben bajar de los 50.000. Eso sí, muchos de ellos afiliados de un modo casi clandestino y vergonzante. Lo cierto es que en el conjunto de España el PP posee 707.000 asociados y varios millones de simpatizantes. Ante una fuerza semejante, que para sí la quisiera el propio PSOE, qué hacen los populares que no organizan un servicio de orden como Dios manda. Porque claro, no es lo mismo que un centenar de separatistas catalanes o radicales de izquierdas se enfrenten al atemorizado Piqué, más el alto cargo de turno que se acerque desde Madrid, a que esos mismos radicales precisen sobrepasar dos o tres círculos de seguridad, con los militantes del PP que haga falta y dotados de un brazalete bien visible.  

Pero hay otra cuestión no menos importante en la que el PP se muestra como un bendito. ¿Qué les impide llevar algún fedatario público a los mítines, más dos o tres cámaras de televisión para filmar cualquier alboroto o conato de violencia hacia ellos y luego presentar la correspondiente demanda contra sus promotores? Porque es evidente que si las diversas delegaciones del Gobierno en Cataluña no cesan en su dejación de funciones, y ante los más que previsibles ataques al PP se limitan al envío de unos pocos guardias civiles -creo que inicialmente fueron tres en el caso de Martorell-, habrá que empezar a tomar medidas de otro signo. La primera de todas es dotarse de miembros de seguridad propios, pero debería ir complementada con la presentación de querellas contra los delegados del Gobierno o el correspondiente departamento de la Generalidad catalana, eso sí, cuando la violencia de produzca en una zona en la que la Policía Autonómica se haya desplegado y no actúe debidamente. 

Ya lo dijo Carlyle: Puede ser un héroe lo mismo el que triunfa que el que sucumbe; pero jamás el que abandona el combate. Los populares, en Cataluña, hace tiempo que lo han abandonado y lo más sangrante de todo ello es que lo han hecho aun disponiendo de magníficas armas para su defensa. Ya va siendo hora de mostrar si no una cierta fuerza de la que sin duda se dispone, al menos algo de bravura y un poco de ese sentido común que recomendaría la presencia incondicional del número suficiente de afiliados en los mítines propios. No se olvide que en la actividad política, especialmente cuando se practica en un territorio como el catalán, donde la democracia se halla a buen recaudo, el ser humano tiende a secundar a la formación que no se amilana a la hora de propagar sus valores y sobre los que desea mostrarse orgulloso.

Autor Policronio
Publicado el 13 de octubre de 2006


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