domingo, 8 de abril de 2018

Diada nacional-diferente

Oferta de capitulación a Barcelona, 11 de septiembre de 1714.

El calendario americano y catalán hacen que el día de hoy sea señalado por motivos distintos. En el primer caso, por el trágico y tristemente inolvidable aniversario de la matanza del World Trade Center neoyorquino en 2001 a manos del terrorismo islámico. En  el segundo, por la toma de Barcelona por las tropas de Felipe V en 1714, debido a su postura partidaria por Carlos de Austria durante la guerra de Sucesión española. Estas efemérides, aunque alejadas entre sí,  comparten  momentos de negativo recuerdo en las respectivas historias de ambas ciudades. En ambos casos, deseo que las heridas de una y otra puedan cicatrizar algún día, sin que ello suponga ninguna vendetta o afán revanchista,  sino por el contrario alienten su voluntad de superación fundamentada en la defensa de la libertad y el imperio de la razón.


Dicho esto, me cuesta comprender como  es posible que los mismos que en Cataluña se llenan la boca hablando de agravios, expolios e invasiones pasadas para justificar su eterna reinvindicación de antiguos y discutibles privilegios, sean los mismos que ven ahora con buenos ojos la imposición y la dictadura nacionalista que pretende hacer tabla rasa con los derechos individuales de los ciudadanos catalanes. Si su idea era honrar esa fecha como recuerdo de lo fácil que resulta perder una cierta autonomía por tomar el partido equivocado, debieran evitar ahora todo partidismo y alejar para siempre, sin reservas, las tentaciones retrógradas que impiden la integración solidaria y el universalismo pacífico. El independentismo catalán, como cualquier otro separatismo, está promoviendo una sociedad basada en el divorcio de sus vecinos, en el odio y rechazo a lo “ajeno” y en el encastillamiento egoísta y narciso en la fantasía onírica y fascista de creerse un pueblo elegido para la gloria. Todo por el privilegio. Ese privilegio tan reñido con la solidaridad con el hermano.

Un jefe listo, cuando quiere que trabajes (que hagas su trabajo), te dora la píldora diciendote que eres el único que puede llevar adelante la tarea y que deposita toda su confianza en ti. Es el mismo timo que lleva empleando la élite política en Cataluña desde que se puede recordar y para su exclusivo beneficio. Marcar la diferencia, tu valía, para activar ese orgullo sentimental que llevas dentro y que quieres demostrar, llevando si es preciso el estandarte de la compañía de aguerridos voluntarios. Una compañía en la que tú siempre eres el recluta y el jefe, por supuesto, es el capitán. Pero no temas, vencerás. Estás predestinado, el enemigo es débil y no tiene tu tesón. Es asunto de ideales. Fabricados y ajenos, pero ideales. Cuando una idea así se instala en la mente de uno, el enemigo toma forma corpórea en todo aquello que se aparte del objeto del encargo. Se torna real, y tú… tienes una misión.

A ratos, quizá te asalte la duda. Sólo eres un hombre más. Igual que el resto de mortales y no obstante distinto. Entonces ¿la igualdad o la diferencia? En lo único que somos iguales es en que cada persona es un ser único y por tanto, diferente. Esa diferencia es precisamente lo que nos iguala a todos. Defenderla significa luchar por la libertad, y sentirse libre, es reconocer la libertad de los demás. Los que se han autonombrado dueños del destino de Cataluña han elegido otra clase de diferencia, la de los privilegios, y paradójicamente, la de uniformidad esencial de pensamiento. Para ello, sembrarán de vigilantes nuestra vida para evitarnos saber de otras sensibilidades que interfieran nuestro  romántico sueño. 

El CAC, mausoleo de la libertad de expresión en Cataluña.
Foto by Perry

Es curioso que la descripción que puede verse a la izquierda de la imagen “Oficina para la defensa de la audiencia”, aún siendo más apropiado para un congreso de otorrinos, denuncie su defecto más acusado: la sordera voluntaria, y que la terapia a aplicar sea el silencio controlado. Oídos sordos pues para toda traba y denuncia al establecimiento de la diferencia. No estamos sólos en esa lucha por la diferencia (que no por la libertad de la diferencia), pues Cataluña cuenta ya con todos los instrumentos “competentes” para su misión onanista, según la doctrina del candidato a presidente del chanchullo identitario, recientemente galardonado con la medalla de la OPA de Carlos III por el ahorro multimillonario a su partido. "Afortunadamente", pronto se podrá “elegir”. Tampoco él está sólo en la misión suprema, pues otros contrincantes andan vendiendo también las nuevas ilusiones diferenciales a los catalanes y se aprestan a la dura batalla por el privilegio y la poltrona.  Mientras tanto, en plena Diagonal de Barcelona, algunos establecimientos muestran ya su síndrome de Estocolmo, rehenes de su temor a la represalia y con sometimiento incondicional a los dictados de los celebradores oficiales del 11 de septiembre.

Perdonad nuestro catalán. Ya estamos recibiendo lecciones los jueves de 5 a 6 de la tarde.
Foto by Perry.

Pedir perdón por ser diferente, es importante. Si, señor. Informar a las patrullas de las oficinas de delación lingüística de tu paradero comprobable, mucho más. Sí, señor. Y sobre todo tener la conciencia tranquila en el cumplimiento de tus deberes como integrante del ghetto inmigrante, más aún. Si, señor… Mas.

Esta ralea de botarates formada por Maragall, el doliente sacrificado Carod, el “desgastao” de Perpignan, Durán, el ministrable de cuota y exégeta bíblico, Mas, el auténtico portador de las esencias, Saura, el enmoquetado en verde y Montilla, el charnego "acreditao", van a competir por proporcionar a Cataluña la profunda soledad y apartamiento tan deseados por 36 de cada 100 integrantes de la sociedad civil catalana. Frente a estos redomados hipócritas, herederos y emuladores de dictaduras, no queda sino sumarse con íntimo placer a la escatología nacional para celebrar que empiezan los navajazos. Entre iguales, pero diferentes.

Autor: Perry
Publicado el 11 de septiembre de 2006

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