El PSOE prosigue con su insaciable carrera guerracivilista. Si en la España republicana hubo un personaje guerracivilista por excelencia ese fue Indalecio Prieto. Pues bien, el fervor del revanchista revisionismo izquierdista -en palabras de Antonio Burgos- ha decidido que la Plaza de la Alianza, a partir de ahora ya no lo sea. De Alianza, nada: aquello será plaza de Indalecio Prieto.
Una de las primeras medidas del Gobierno provisional, antes de las Constituyentes, fue entregar al Ayuntamiento de Sevilla los Reales Alcázares, propiedad del Patrimonio de la Corona, por gestiones de Martínez Barrio (Martínez Birria, que le llamaba la guasa local). La demagógica toma del palacio de invierno en Sevilla es ahora reconocida por los socialistas locales que, cómo no, han vuelto a dar una nueva cornada a la Casa Real. Pero no pasa nada, que como bien se sabe, nuestro Rey es muy "republicano".
Un tipo con una par de narices, el edil del PP Gregorio Serrano, definió la figura de Indalecio Prieto como la de un "antidemócrata, revolucionario, totalitario, cobarde, envidioso, orgulloso, soberbio, rupturista y partidario del pistolerismo", que se autodenominó "culpable" de pertenecer al movimiento revolucionario, y que se destacó por su actitud contra el voto de la mujer. Pero a los demagogos guerracivilistas andaluces nada de eso les interesa. Con barrer para casa ya tienen bastante. La secta funciona así.
Ni que decir tiene que la leyenda Antigua Plaza de la Alianza, como se llama desde 1868 en alusión a una antigua fábrica de tejidos existente allí, contaba con el expreso apoyo de los vecinos del barrio, que votaron en contra del proyecto social-comunista en la Junta de Distrito. Los cambios de nombres en el callejero de las ciudades no suelen ser gratas para el vecindario por los problemas administrativos y comerciales que conllevan. Pero para los "sociales" social-comunistas estos "detalles", ya se sabe, no cuentan apenas para nada.
Ni que decir tiene que la leyenda Antigua Plaza de la Alianza, como se llama desde 1868 en alusión a una antigua fábrica de tejidos existente allí, contaba con el expreso apoyo de los vecinos del barrio, que votaron en contra del proyecto social-comunista en la Junta de Distrito. Los cambios de nombres en el callejero de las ciudades no suelen ser gratas para el vecindario por los problemas administrativos y comerciales que conllevan. Pero para los "sociales" social-comunistas estos "detalles", ya se sabe, no cuentan apenas para nada.
Autor: Smith
Publicado el 21 de mayo de 2006
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