miércoles, 24 de enero de 2018

Liberalización política de China: una utopía

Congreso anual del Partido Comunista Chino. La imagen puede corresponder a cualquier año de las dos últimas décadas, ya que con mínimas variantes siempre es igual y, asimismo, siempre está todo decidido de antemano por los capitostes que permanecen en el escenario. Los de la platea se limitan a aplaudir como si no hubiera un mañana.

Las noticias que estos días nos está ofreciendo China no son precisamente nada halagüeñas en cuanto a la liberalización del régimen se refiere. En el año 2000 se fundó en Estados Unidos la Congressional-Executive Commission on China (CECC), una comisión del Congreso para seguir de cerca el desarrollo de las leyes y los derechos humanos en el país asiático, que -no lo olvidemos- alberga ya casi unos 1.350 millones de seres humanos. O sea, unas 32 veces España y unas 225 veces Cataluña. Vamos, el equivalente a 500.000 (quinientos mil) veces la población de la histórica "nación" del valle de Arán. Lo decimos porque, a veces, nos da la impresión que se sacan de quicio ciertos temas excesivamente "locales" mientras cientos de millones de seres humanos viven aherrojados en la más absoluta de las tinieblas sociales y políticas.


Como todos los años, la Congressional-Executive Commission on China ha elaborado un exhaustivo informe del que se extraen conclusiones nada buenas sobre el modus operandi del régimen comunista chino: un sistema político dictatorial; un sistema sindical autoritario; una falta completa de libertades religiosas; opresión sistemática hacia el budismo tibetano; mantenimiento de la obligación de que Roma no nombre obispos para China; arresto indiscriminado de cristianos católicos y protestantes; sistema judicial totalitario; nula libertad de expresión; falta de respeto de los derechos constitucionales (que, aunque pocos y malos, los hay); degradación absoluta del sistema medioambiental; falta de legislación medioambiental; desigualdad brutal entre el hombre y la mujer; descontrolado tráfico de niños; crecimiento de enfermedades y de la pobreza rural; retrógrada regulación de la natalidad; falta de libertad de circulación en el país; ausencia de canales de participación democrática; nulo tratamiento del problema de la independencia del Tíbet; tratamiento a la marroquí de los refugiados de Corea del Norte...

En fin, ya ven que el comunismo chino es todo un prodigio de sistema para andar por el siglo XXI. Al final del informe se dan una serie de recomendaciones que -con un poco de conocimientos del inglés- se pueden entender perfectamente. De momento Bush ya ha pedido que se dé una solución al tema del Tíbet.

Asimismo, la nueva Ley de Libertades Religiosas que entró en vigor el pasado mes de marzo dibuja un panorama desolador para todos aquellos que no comulguen con el régimen. Según informa el diario La Razón, la China comunista endurecerá aún más la Ley de libertad religiosa contra los cristianos: el Gobierno de Pekín prohíbe publicar material sin permiso y mantener relaciones con el extranjero.

Según otro informe publicado por el Congreso Norteamericano entre 1995-2001 China gasto 17.800 millones de dólares en material bélico, lo que la convierte en el país que más armas ha comprado en el mundo en los últimos años. China tiene ahora una de las tasas de corrupción más altas del mundo en todas las esferas. La tasa de infanticidio de niñas es alarmante. La prostitución y la adicción a las drogas aparecen una vez más de forma desenfrenada. El sida amenaza con rivalizar o hasta superar las epidemias de antes de 1949...

¿Hasta cuándo va a aguantar el mundo toda esta quiebra moral? Estamos hablando de una población equivalente a medio millón de valles de Arán. Toda esa gente necesita salir del marasmo económico y la opresión moral y, para desgracia del PCE, sola, única y exclusivamente una receta les puede salvar: el liberalismo.

Autor: Smith
Publicado el 12 de octubre de 2005


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