viernes, 1 de diciembre de 2017

No debe llamarse odio a lo que es desprecio


Algunos simpatizantes de Zapatero suelen entrar en las bitácoras de Red Liberal y hacer afirmaciones-preguntas como esta: Chicos, ¿de dónde viene este odio a ZP? La verdad del caso, al menos mi verdad, es que yo no le odio, porque para que una persona sea odiosa debe reunir una serie de condicionantes que ZP no posee, comenzando por un plan político bien definido y capacidad intelectual para llevarlo a cabo, que evidentemente no es el caso. Exagerando mucho, podríamos decir que se odia al diablo, en el supuesto de que uno crea en él, pero difícilmente se odiará al tonto del pueblo, por más travesuras que realice.

Si el ahora presidente hubiese escrito un libro hace años (o hace meses), donde se indicase qué clase de España quería y cómo pensaba efectuar los cambios para llegar a ella, uno hubiese estado más o menos conforme con sus ideas, respaldándole o no en las urnas, pero no se hubiera extrañado de ninguna de las decisiones que ahora toma,  puesto que estaban anunciadas. Es decir, de existir el proyecto, por muy odioso que éste nos hubiera parecido, ya no se le podría reprochar al político la pretensión de engañar al pueblo o de actuar a tontas y a locas buscando fines ilegítimos o inmorales. 

De modo que con el proyecto en la mano, insistamos, ZP podría parecernos un sujeto más o menos odioso pero hubiese dado la talla. La cruda realidad es que ZP no cuenta con proyecto alguno, como Rajoy ha demostrado varias veces en las Cortes; carece de ideas aceptables para el conjunto de los españoles, puesto que sus actuaciones van destinadas a contentar sólo a unos pocos; su capacidad intelectual es bajísima, y además no ha sabido rodearse de un equipo solvente, y se mueve permanentemente a remolque de los separatistas, que cada día se muestran más envalentonados al comprobar la blandura de su interlocutor. No, el sentimiento que despierta ZP no es el odio, es el desprecio. O si se quiere, la falta de aprecio. Puesto que sólo se aprecia lo que tiene algún valor. Y ZP, ante mis ojos, carece de valor alguno.

Se podrá decir que el libro-proyecto de Zapatero es el programa del PSOE, pero da la casualidad que en algo más de seis meses se han producido ya 67 incumplimientos, y a saber cuántos más se producirán antes de que consigamos echarlo del poder. Porque a estos individuos informales y torpes o se les echa a golpe de voto o no les separas de la poltrona ni con agua hirviendo. 

Si ZP fuese una persona con algo más de dignidad, en lugar de llamar fundamentalistas a los que simplemente consideran que España es una nación, una nación cuyo Gobierno preside él, debería plantarse ante los separatistas, que son quienes le obligan a ceder en todo, y dejarles claro que la Constitución debe respetarse siempre. Y a menos que dicha Constitución se cambie, sólo existe la nación española.

El siguiente paso que debería dar ZP si tuviese algo de decencia política, aunque el mal ya viene de cuando en campaña electoral se dedicó a prometer oros y moros, consistiría en prorrogar presupuestos, o pactarlos con el PP, y convocar nuevas elecciones generales a la primera ocasión, quizá a mediados del 2005. Porque un tío decente no se deja chantajear, como hace ZP, por el infame Carod.

Pero si además de dignidad y decencia política, cualidades que le son desconocidas a pesar de sus esfuerzos en sustituirlas por la sonrisa, ZP dispusiera de coraje, que es una virtud aún más desconocida para él, debería llegar a un acuerdo con el partido de Rajoy para cambiar la ley electoral y que los separatistas no lograran muchos más escaños de los que obtendrían si todos los votos valiesen lo mismo. Se conseguiría con ello que el partido mayoritario no tuviese que depender de los separatistas y los chantajistas, es decir, de los antiespañoles.

Pero la triste realidad es que ZP ni posee dignidad, ni decencia política y mucho menos coraje, puesto que sus actuaciones hacen pensar que este hombre lo único que pretende es seguir a cualquier precio como presidente del Gobierno. Y una persona así, tan interesada y pusilánime, no merece que se le odie, sino que se le desprecie, como el propio ZP desprecia a cuanto significa la España de siempre.

Artículo publicado el 18 de noviembre de 2004

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