Esta reflexión que hoy anoto me la ha sugerido el hecho de leer con amargura que la página de Ajopringue ha sido torpeada por las fuerzas del talante y los recogedores de estatuas. Toda mi solidaridad con Ajopringue y la libertad, valga la redundancia. Ya veremos lo que nos falta para acabar todos igual.
El liberalismo es un término que algunos interpretan ante todo como permisividad. Se debe ser permisivo no sólo con cualquier idea política, algo que estaría bastante bien, sino incluso con cualquier actuación política. Veamos un ejemplo: El comportamiento del gobierno de Zapatero ha sido desastroso para algunos y muy partidista. Se pueden contar por docenas los casos de este Gobierno que merecen una crítica cargada de epítetos a cual más riguroso. Pero eso, desde el punto de vista del liberal permisivo, no se puede hacer con tanta crudeza, porque ante todo debe prevalecer la moderación. El hecho de llamar anormal a quien hace anormalidades no deja de ser un insulto para él. Este sería el estilo liberal que podríamos denominar de “los ‘puñaos’ de paja” o liberal tibio, que responde con despojos campestres a quien le ataca a cañonazos, y se encuentra más próximo a Gallardón que a Losantos, por poder dos ejemplos bien distanciados, uno acomodaticio y otro “perrillero”.
Luego tenemos al liberal que lo asocia todo con la economía y todo lo dejaría en manos de la iniciativa privada. Si pudiera, además de disolver al Estado de un plumazo, negaría también cualquier idea de nación o patria. A este liberalismo quizá se le pudiera catalogar de utópico, por lo irrealizable. Sería el extremo opuesto del marxismo y sus clásicas políticas colectivistas. Y eso es así, porque para adjudicarle a cada persona su propio reino, como pretende el liberal utópico, deberíamos comenzar por eliminar sentimientos y tradiciones que son innatas en el ser humano. Desde que nace, el hombre tiene tendencia a amar (también a odiar) y a ampliar cada vez más el círculo de sus amores o amistades. Cuando esos amores se expresan durante años o generaciones, se convierten en tradición, que es el origen de la patria. De modo que el sentimiento de patria, basado en el amor y la tradición (a veces multisecular como en el caso de España), acaba siendo incompatible con la idea del liberal utópico, que es el peor camino escogido para alguien con inquietudes políticas: La utopía.
Junto a esos liberalismos permisivo o utópico, pero sin hallarse enfrentado a ellos puesto que comparte en gran medida su amor a la libertad individual, se encuentra el liberalismo conservador, que trata de asumir lo mejor de ambas ideologías y reconoce, al contrario que hace el utópico, el valor de los sentimientos y la tradición. Para el liberal-conservador existe la patria y desea ante todo que siga existiendo. Para el liberal-conservador esa patria debe contar con un estado mínimo, pero necesario, sin desguaces quiméricos que conducirían al anarquismo y a la selva. Para el liberal-conservador, quien se define como liberal permisivo no defiende con verdadera vocación el liberalismo. Se puede ser un señorón a la hora de tomar el té o de realizar una crítica literaria, pero cuando determinados políticos quieren arrasar todo lo que tú más aprecias (la libertad individual, la patria, la democracia), los paños calientes jamás cierran la llaga. De ahí que la línea argumental de este modesto articulista (con perdón) de Batiburrillo no escatime la sal gorda a la hora de llamar al pan pan y al inmoral inmoral. A unos y a otros, utópicos y permisivos, una sugerencia: Sepamos escoger nuestras prioridades, y hoy por hoy tiene un nombre y unos apellidos: España, Libertad i Democracia (obsérvese la conjunción latina como concesión a un catalán que hace más de 40 años que aprecio)
De todos modos, y reconozco que hoy me siento muy pesimista, creo que a Batiburrillo y a la propia Red Liberal, acogedora guarida de especímenes liberales de todo pelaje, no les queda mucho tiempo de vida, a lo sumo uno o dos años. Al paso que vamos, y ojalá esta sea la intuición más desacertada de toda mi existencia, el Gobierno socialista y sus cómplices acabarán poniendo los medios para coartar una crítica en Internet que no cesa de crecer cada día. Es el sistema de los partidistas, la propaganda debe encontrarse siempre en sus manos y en sus medios. Harán lo que sea para echarnos de la Red. Llevan camino de convertir a España en una pseudo democracia semejante al populismo venezolano y acabarán por cercarnos y hacernos la vida imposible para que lo dejemos antes de que la Unión Europea les llame al orden por su política de falta de libertades. Los abrazos de ZP con los mandatarios de Alemania y Francia demorarán la llamada al orden de los europeos, una demora que quizá sea usada por estos que ahora mandan para lo mismo que han hecho siempre: la social-corrupción y el social-liberticismo.
Publicado el 18 de marzo de 2005
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