Pronto hará un año que escribí un artículo sobre el periodista Carlos Carnicero. El mayor halago que he recibido en mi largo año de experiencia en Batiburrillo ha sido sobre ese artículo. Procedía de uno de los máximos cracks (Francoalemán) en esto de la blogocosa, de ahí que no haya olvidado lo que escribí entonces, primerizo de mí, a pesar de que a ese trabajo le han seguido como mínimo otros 200 posts.
Hoy toca escribir la segunda parte sobre El Carnicero, porque ni él ni yo al parecer hemos cambiado de pensamiento (¿?) político: ¡Lo juro por las barbas de los intervinientes grasientos y atocinados en 59 segundos! Diríase que lo suyo (ya veremos qué es lo suyo) le da para vivir la mar de bien, que no hay más que ver lo sano y rollizo que se nos cría la criaturita, mientras que mi caso es escribir y escribir por amor al arte y, sobre todo, por amor a la decencia. Y encima, a veces, soy mi único lector, algo de lo que nunca podrá alardear el Carnicero, a juzgar por la buena posición que ocupan sus artículos (a veces en portada) en una decena de diarios en papel y digitales.
Anoche vi al Carnicero en 59 segundos. Confieso que no aguanté más que una parte del programa. Entre el Carnicero, un tal Enric (otra de mis debilidades más notorias) y el diputado amanerado y dogmático de tercera generación en el PSOE (mismos gestos que ZP y mismos que Felipe) decidí largarme de ese canal antes de que me cogiera un dolor de tripas y acabase durmiendo en la taza del váter.
Me quedé, eso sí, con las coplas del Carnicero, por ejemplo esta: Mariano Rajoy y José María Aznar, que todavía no se han percatado que perdieron las elecciones porque los ciudadanos no les apoyaron con suficiente representación, se amparan en las víctimas para que la conmiseración y el respeto que nos merecen a todos les sirva para ejercer un poder que no les corresponde. Es una usurpación del dolor para convertirlo en vector político.
O también esta otra: Casi había tantos muertos de ETA ayer que como cuando José María Aznar mandó una delegación del gobierno -en la que estaba su experto en técnicas electorales, Pedro Arriola- a dialogar con la cúpula de ETA en donde estaban físicamente algunos de sus mayores asesinos. Aznar mandó a Suiza a Arriola para estudiar las ventajas de una paz negociada, porque José María Aznar, que ya es solo un ex presidente de Gobierno que no sabe guardar la dignidad debida al cargo, habló con ETA y ayer denunció lo que considera su propia indignidad, al negarle ese derecho a su sucesor considerando que lo que él también hizo es una traición para con las víctimas. En ética eso se llama doble moral.
El Carnicero añadió, además, antes de poner el ejemplo de la doble moral, que Rajoy y Aznar son unos amorales. Así de claro lo dijo, tal cual: Rajoy es un amoral (DRAE: Dícese de la persona desprovista de sentido moral). No comprendo cómo un tipo que habla de ese modo en la tele no está ya en la cárcel por insultar a pleno pulmón, o al menos con unas cuantas querellas interpuestas. No, no es que haya seguido un curso avanzado de taquigrafía que me permitiese copiarle hasta las pausas, ni siquiera se trata de que yo tenga una memoria prodigiosa, bien al contrario. Lo que ocurre es que este Carnicero es un profesional de la difamación y cuando escribe un folio cargado de inmoralidades (nunca más a propósito el término si se refiere a él), lo hace por encargo y a tanto la inserción. Y la inserción, en su caso, es plurimediática. Vamos, para entendernos: que mandó la misma hojita a un puñao de sitios y probablemente en todos le pagarán por un único trabajo, que es algo así como vender una propiedad sesenta veces, recoger las arras de todas ellas, y salir zumbando después de firmar la primera escritura pública. Solo que en su caso con total impunidad.
Es evidente que el Carnicero se personó en RTVE con el folio de las inmoralidades ya escrito. Daba lo mismo el tema o lo que hubiesen dicho sus contertulios. Él llevaba el guión preparado y lo fue largando en parrafadas de 59 segundos. Seguía el mismo método de toda su puñetera vida, ese que incuestionablemente pasa por desacreditar al PP. Siempre de igual modo, siempre con falsedades, siempre con calumnias, siempre con juicios de intenciones y obscenidades periodísticas. La prueba de cuanto digo se puede encontrar en Diario Directo, donde la opinión expresada por el Carnicero en RTVE figuraba en su columna digital antes de que él acabase de eruptar en el plató de esa nena-bombón cuyo único defecto, sectarismo aparte, es que cuando habla parece que se esté doblando a sí misma y con algún segundo de retraso.
Así que ya lo sabéis, amigos de Batiburrillo, el Carnicero se presentó con los dados marcado en el debate (¿?) de la Primera. Unos dados, por cierto, a los que ha sacado el jugo en varios casinos. ¿Habría que incidir sobre lo que dijo? No vale la pena. Este fulano Carnicero es otro Rubalcaba: se les muere de asco un tío ante sus propios ojos y de inmediato culpan al PP de esa muerte y encima lo acusan de manipular y aprovecharse de los muertos de asco. Y siguen y siguen y siguen. Porque la difamación cala bien a fondo entre la izquierda sarmentosa y esa parte del pueblo a la que pensar le produce urticaria.
¡Qué lástima que no editen los mano a mano que el Carnicero tuvo en televisión hace años, con Federico Jiménez Losantos! (a ver si alguien de Libertad Digital lee este artículo), ¡Sólo por ver cómo Federico, implacable e ingenioso, hacía que al patán de Carnicero, debido a su impotencia para mejorar los argumentos de Federico, se le inyectasen los ojos en sangre valdría la pena pagar unos cuantos DVDs a precio de coleccionista!
Publicado el 7 de junio de 2005
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