José Luis Rodríguez Zapatero (Zetapé en adelante, para abreviar y porque él fue el primero en acomodarse al slogan de Pepiño Blanco) ha encontrado un remedio para tapar todas sus carencias. Y es que, a pesar de su sonrisa talantuda y su predisposición al diálogo con cualquier minoría extremista siguiendo la doctrina Nierga (“Dialoguen ya”, ¿se acuerdan?), los asuntos empiezan a acumularse en el zurrón de los problemas de Zetapé.
Hagamos un poco de historia reciente. Meses antes del 11-M, el PSOE estaba completamente fracturado. Unos cabecillas autonómicos con vocación de virreyes (Chaves, Ibarra y –entonces- Bono); unas sucursales regionales (Cataluña, Vasconia) que se inventan un nuevo artilugio, el Federalismo Asimétrico; la federación de la capital, Madrid, envuelta en escabrosos asuntos inmobiliarios; un PSC que gobernaba de la mano de un partido republicano y separatista, ERC, cuyo líder se jactaba de pactar con ETA; un sector de partidarios del sentido común (Vázquez, Redondo), que cada día se encontraba más desvalido… Estos y otros problemas internos del PSOE pasaron a un segundo plano ante la nueva situación generada por un nuevo fenómeno, el terrorismo islámico; el cual propició –como se sabe- el cambio de Gobierno. A partir de aquí, las huestes socialistas cerraron filas, que el Poder es el Poder, pero las contradicciones del Partido siguen estando latentes.
Esto, en el orden interno del PSOE. En cuanto a la política diaria nacional, Zetapé ha ido acumulando problemas muy serios, sobre todo, en una doble dirección: la internacional y la económica. La primera, fruto de su primera decisión política, la retirada de las tropas de Irak, que prolonga hasta el día de hoy el asunto del desfile de las FFAA de EEUU y está acarreando desastrosas consecuencias de orden geoestratégico para España, con todo el asunto marroquí detrás y unas nefastas consecuencias de índole económico. Respecto a la segunda, baste decir que no ha habido mejora de ningún índice económico desde el aterrizaje de Zetapé en Moncloa, quien parece abrazar rancios vicios intervencionistas y el déficit presupuestario.
¿Cuál es el remedio que ha encontrado Zetapé para tapar su desastrosa gestión? Una política de gestos laicistas de corte antiliberal, porque -perdonen que matice- una cosa es la aconfesionalidad del Estado y otra la confesionalidad laica. Así que ya saben, ¿que se paraliza el Plan Hidrológico Nacional sin solución alternativa viable, pues una de eutanasia; ¿que la gestión de TVE está siendo tan desastrosa que amenaza con hundirse definitivamente en la tercera posición del ranking de las cadenas nacionales?: pues palo a los obispos de parte de Bono; ¿que el mando militar en Kabul margina a las tropas españolas?: pues palo a la familia tradicional; ¿qué cada presidente de Comunidad tiene una idea diferente de financiación autonómica?: pues acabamos con la libertad de Educación; ¿qué la comisión del 11-M no está sirviendo para nada?: pues una de libre adopción de niños por gays.
Y bien, ésta es la historia del Bálsamo Zetapé.
Autor: Smith
Artículo publicado el 7 de octubre de 2004
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