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| Balonmano Ciudad-Real (2008) | 
Imaginemos por un momento que a un chico del Balonmano Ciudad-Real, pongamos por caso Serehai Rutenka, se le cruzaran los cables en el Palau de Barcelona, durante un partido decisivo para la consecución de la liga Asobal, y se dedicara, con la complacencia de la policía y con el apoyo de su máximo directivo a provocar a una grada repleta de aficionados, muchos de ellos niños y viejos. No quiero ni imaginar los titulares del día siguiente en la prensa deportiva y en algún diario de tirada nacional, con ánimo de hacer méritos. "La chulería cateta, mesetaria y centralista provoca al seny", "El españolazo impotente provoca un altercado en la grada. Pudo haber muertos" "Un enano mental a punto de provocar un incidente de incalculables consecuencias en el Palau". Por supuesto, el incidente sería portada en todas las secciones de deportes de los noticiarios nacionales de televisión y alguno se preguntaría para qué sirve la comisión antiviolencia en el deporte y que donde anda el Fiscal General del Estado, que no ha excitado el celo del Juez de Guardia. ¿A que sí?
Miércoles 30 de abril de 2008. Lugar: Quijote Arena, templo del balonmano moderno, le pese a quien le pese.  Hora: 21 horas 14 minutos. Se juega el partido Balonmano Ciudad-Real versus F.C. Barcelona. Quien gane el partido gana la liga Asobal. Si gana el F.C. Barcelona, justifica una temporada desastrosa, que en un club, que es más que un club, significa un alivio para las entrañas patrias. Si gana el Ciudad-Real, se completa una temporada exitosa para un club que es simplemente un club, radicado en una ciudad, que no es más que una ciudad.
En ese momento, el jugador más en forma del F.C. Barcelona, Demetrio Lozano, es expulsado, tarjeta roja directa por agresión a un jugador del Ciudad-Real. Conforme al reglamento, debe abandonar, inmediatamente, el recinto de juego.
El referido jugador, no solo no abandonó el recinto de juego, sino que, con clara actitud provocadora se acerca al sector del graderío, donde se ubican dos de las peñas más ruidosas y cachondas del Balonmano Ciudad-Real: la peña Ergorro, a la que me honro pertenecer y la Primera. Haciendo caso omiso a la policía, se dedicó a darse palmaditas con su mano derecha en el rostro, en claro gesto desafiante a una grada que no hizo lo que, de haber sido en otro recinto, le hubiera hecho. En esa actitud se mantuvo el mozalbete durante cuatro minutos de reloj, mientras el representante de la sección de balonmano del F.C. Barcelona, Enric Masip, a la sazón testigo en la penúltima boda principesca, entorpecía la labor de la mesa de jueces.
No me lo han contado. Yo estuve a diez metros del provocador. Y quien no estuvo, me da que no lo vio por televisión. Porque simplemente se obvió.
El calvo más díscolo de nuestro deporte pudo haber provocado la causación de alguna muerte por aplastamiento, porque eso es lo que suele suceder en una avalancha en un graderío con veinte filas y un ángulo de ciento veinte grados, con niños revoloteando por allí, como corresponde en una fiesta deportiva y viejos rememorando viejas alegrías del deporte local.
Sin embargo, no me consta que se hayan incoado diligencias penales contra los provocadores, ni diligencias administrativas, con objeto de depurar las posibles responsabilidades de cualquier orden a que hubiera lugar. Está claro que la pertenencia a la potencia colonial tiene sus ventajas.
Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 3 de mayo de 2008
 
 
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