Francisco Largo Caballero, el llamado 'Lenin' español. Cuando fue ministro de Trabajo denegó a un grupo de sindicalistas seis días de vacaciones pagadas al año para los obreros. |
Los inicios
A.- En el año 1933, el Secretario General (tal vez, en aquella época, se denominase Presidente) del Partido Socialista, era don Francisco Largo Caballero. Nombrado Ministro de Trabajo, a los pocos días de hacerse cargo de la cartera recibió en audiencia a una comisión de cierto Sindicato, supe cual era, pero no lo recuerdo, comisión que iba en petición de seis días de vacaciones, no retribuidas, al año (es decir, solo pedían un derecho que garantizase que no perderían el puesto de trabajo). Largo Caballero los echó poco menos que a patadas de su despacho, reprochándoles que venían, en un mal momento, a complicarle la vida. Las vacaciones era algo que solo disfrutaban muy pocos, en general en forma precaria (poder adquisitivo bajo), y los capitalistas sin restricciones.
B.- Años más tarde, en peor momento (España estaba arruinada por la devastación a que los rojos habían sometido a la zona por ellos dominada, a lo que se añadían las dificultades dimanantes de la II Guerra Mundial), José Antonio Girón, falangista, Ministro de Trabajo de un gobierno de Franco, estableció, para todos, un mes al año de vacaciones retribuidas y las pagas extraordinarias del 18 de julio y la de Navidad.
Es un comentario fácil, pero la realidad invita a él: en estos tiempos en que se está intentando desmontar lo creado durante al régimen de Franco, no he visto que nadie haya renunciado a las citadas vacaciones y a las pagas extraordinarias, netamente franquistas.
Creo que debo manifestar que yo jamás tuve ningún puesto político, ni aspiré a tenerlo. (Nada extraordinario, pues lo mismo le sucedía al 99% de los falangistas de Primera Línea). No me lucré para nada, en forma particular, de la victoria nacional. Me abrí paso en la vida, como lo hubiera hecho de no haber tenido lugar la guerra 1936-1939, a pesar de que, como consecuencia de ella, la familia quedó en precaria situación económica. Pero, unidos, la paz y la seguridad que reinaban en España, permitió a sus miembros salir adelante y no desempeñar mal papel en la vida, siempre sin relación con la política.
Los “niños bien”
En ocasiones, he leído tal calificación dedicada a los falangistas. Las JON-S nunca fueron de los niños bien. En la Falange del 29 de octubre de 1933, puede decirse, casi con toda seguridad, que los había. Pero pronto José Antonio puso las cosas en claro y el que no admitió la hermandad e igualdad entre todos, se apresuró a darse de baja en Falange.
En mayo del año 1935, mi escuadra, la 24, era excepción en la clase social de sus componentes: ocho estudiantes. De clase media, desde luego. Tal vez porque predominasen en ella los amigos del, entonces, su subjefe, José Luís Fernández Hernández. Los tres restantes eran, como se decía entonces, obreros. En la Falange que yo conocí, estos eran mayoría. Seguro superior al 60% del total. ¡Y que magníficas personas! Con sus míseros jornales, privándose de todo vicio o capricho, compraban a plazos enciclopedias y otros libros de cultura similares y los leían. ¡Y al hojearlos los acariciaban, mimándoles como si fueran sus hijos! Fue un nuevo mundo que descubrí y estoy infinitamente agradecido a ello.
Antes de la guerra, las que se consideraban clases superiores despreciaban a las llamadas bajas. El contacto directo con los obreros me hizo ver que eran mejores que nosotros. ¡Tanto trabajo les costaba abrirse paso en la vida y, sin embargo, derrochaban bondad! Soy hijo, nieto, etc. de militares. He comprendido perfectamente la actitud de oficiales como Faraudo, Condés, Castillo, del abuelo de nuestro presidente del Gobierno, (que en un principio se distinguió en su persecución de los mineros) y de tantos otros, cuando tuvieron contacto con gente humilde. Hay, al respecto, una frase de Faraudo que me impresionó vivamente cuando la leí. ¡Tenía razón, en su sentido! Solo que él, y los otros oficiales, se equivocaron en la dirección donde se encontraba la igualdad entre los hombres. No la iban a traer los marxistas, que oportunidad tuvieron para comprenderlo así.
<strong>Autor: <em>Rogelio Latorre Silva</em></strong>
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