Cree el ladrón que todos son de su condición. Si algo ha caracterizado la trayectoria política de Alfredo Pérez Rubalcaba es el maquievelismo político. Para el portavoz del grupo socialista en el Congreso, el fin siempre ha justificado los medios que fueran necesarios. Rubalcaba es capaz de dar lecciones de lucha contra el terrorismo después de que su partido hubiera mostrado durante el felipato una incapacidad neta para resolver el tema y una desconsideración total hacia la vida humana, dejando organizar desde las cloacas del Estado el GAL.
Bien, ahora dice Rubalcaba, con el cinismo y la mentira patológica que le caracterizan que el PP está desmadrado y que hace una oposición desmadrada. Algún historiador de la talla de Ricardo de la Cierva o Pío Moa nos retrotraerían a la retórica guerracivilista de Largo Caballero e Indalecio Prieto para recordarnos lo que significa "desmadre" cuando se está en la oposición; incluso habría quienes recordarían los insultos y patrañas guerristas durante la época de la UCD. Pero afortunadamente las cosas son más sencillas para el españolito medio. El accidente marítimo del Prestige, el accidente aéreo del Yakolev o el apoyo a la guerra contra Sadam Hussein son lecciones de derecho político para enseñar desde cualquier cátedra lo que es desmadrarse en la oposición y aprovecharse de las desgracias ajenas con tal de llegar al poder.
Es curioso que Rubalcaba vea la paja en el ojo ajeno cuando tiene vigas enormes en el suyo propio. Para desmadre, el de Maragaletxe y Pachiletxe, el del nuevo plan pseudoIbarretxe. Permítanos Patxiletxe un consejillo de amigos: entre la copia y el original, la gente se queda siempre, siempre, con el original. Su partido, si que es un desmadre, Rubalcaba.
Autor: Smith
Artículo insertado el 19 de diciembre de 2004
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