Lo que les pasa a estos piji-progres que nos desgobiernan, entre añorada quema de libros, actual cierre de emisoras de la Iglesia y descuelgue de crucifijos, es que no digirieron bien las aventuras de Roberto Alcázar y Pedrín, que serían las únicas que les dejaran leer en casa, dada la ideología familiar de la que echan pestes. Eso sí, sin atreverse a plantearse, sin miedo, una enmienda a la totalidad.
Desde luego, que la vida se ha portado muy mal con algunos. Se han dado cuenta un poco tarde, pero nunca lo es tanto si la dicha es buena. Ellos y ellas no merecen haber nacido, mamado y crecido en un hogar totalitario y franquista, dizque nazi y fascista. No merecen haber crecido en medio del deshonor de la mamandurria del Régimen, mientras los pobres proletarios vivían en casas sin agua corriente, amordazados y trabajando de sol a sol, mientras sus papis se forraban en el estraperlo y a comisiones ganadas a pulso de acierto al tiro a la perdiz.
No hay derecho a que los pobrecitos niñitos de la teta del Régimen tengan que arrastrar de por vida la vitola de herederos del general, cuando, sin duda alguna, ellos habían venido al mundo a otra cosa: a salvarlo. Pero ese estigma fue, es y será, siempre impedimento fatal para tan altos vuelos. Y les jode bastante. Debe ser que tuvieran más de un padre o uno muuuy grande, porque no hay día que no desfoguen, matándolo con saña.
De verdad que no lo merecen. Ellos merecen la paz infinita de la buena conciencia. Para ello, los japoneses inventaron la solución definitiva para esas situaciones de vergüenza: el hara-kiri. Pero como no es cuestión de llenar todo de tripas, que se lo hagan en ceremonia simbólica de ceja y titiriteros y después, que se pierdan y nos dejen en paz. Y si es posible, bajo una cúpula de gotelé pintarrajeado, mejor que mejor. Está pagado.
Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 25 de noviembre de 2008
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios moderados.