lunes, 10 de septiembre de 2018

Las chicas progres

Jóvenes progresistas
A todas las chicas progres que conocí en mi primera juventud les hacía ilu adherirse a todas las buenas causas, por extravagantes que pudieran parecer. Entre todas ellas, nada extravagante, por supuesto, destacaba la liberación de la mujer.

Y a tal efecto, todas sin excepción, estaban apuntadas a no sé cuantos comités, subcomités, comisiones, subcomisiones, órganos de apoyo adjuntos y demás técnicas de organización colegial. Lo que provocaba que, entre reuniones y reuniones, además de dejarles muy poquito tiempo para estudiar y para otros menesteres propios de la edad, se olvidaran, con más frecuencia de la cuenta, de la liberación de la mujer más próxima que conocían: su madre.


Todas, sin excepción, pensaban que las marujas, palabra denigrante donde las haya para las mujeres amas de casa, tenían la culpa de su situación, más que nada por haberse casado con un jodido machista, que las tenían encerradas todo el día en casa. A ello no obstaba que ese jodido machista fuera el papá que pagaba sin rechistar todos los caprichos de la niña.

El caso es que, como el trabajo del hogar era denigrante y alienante y no sé cuantos “antes” más, nunca se hacían su cama, jamás se planchaban sus blusas y ya no digamos colaborar en la alimentación diaria de la familia, dándose una vuelta por la cocina, lugar más propio de esclavas, como mamá.   

Mamá, libérate, era el grito de guerra. Pues no estaría de más que empezaras a liberarme tú.

Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 23 de noviembre de 2008

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