Felipe González Márquez |
Nadie en su sano juicio pondría en duda la legitimidad democrática del acceso al poder de Felipe González Márquez, en 1982. Y yo no iba a ser el primero. Pero lo que vino después es otra historia y no muy edificante, desde todos los puntos de vista.
Recién en el machito, la expropiación de RUMASA, con una ley a propósito que le costó la vida al Presidente del Tribunal Constitucional, que entendió de la constitucionalidad de aquella. Lo cierto es que fue un alarde de despotismo autoritario, rematado con la venta ventajosa a los amiguetes, de las empresas saneadas, a costa del erario público. Alarde democrático, compay. To pal pueblo.
A la vez, con el concurso inestimable del Ministerio del Interior, se organiza y financia el último grupo terrorista, con el marchamo “de Estado”. La mitad del Código Penal, Ley de Enjuiciamiento Criminal y el fundamento del pacto constitucional a hacer puñetas. Eso es un gobierno democrático, sí señor. ¿Quién lo duda?.
En un atracón legiferante de los que hacen época, se desmontan o se comienzan a desmontar los controles imprescindibles, para que una sociedad se diga democrática sin peligro de desternillamiento de la risa. La promulgación de la Ley Orgánica del Poder Judicial, un mazazo para la división de poderes y la Ley de Reforma de la Función Pública, un mazazo para la profesionalización de la Administración Pública, garantía de objetividad e independencia del poder interino. O sea, un lujazo democrático, del que nos tenemos que sentir legítimamente orgullosos, que digo, absolutamente inflados de orgullo.
Y la LOGSE, el fin de la escuela pública que merezca tal sustantivo. Si cabe, lo único y poquito que justifica el robo estatal, vía coacción impositiva, también al pairo de un poder devorador y con ínfulas adoctrinantes. Para dar saltos de alegría democrátrica, claro está.
Corrupción económica. La lista aquí se torna mareante: FILESA, MALESA Y TIME EXPORT, caso AVE y convolutos germanos, caso BOE, caso Ibercorp, que fue caso Banco de España, Mariano Rubio, el que firmaba los billetes, caso fondos reservados, caso Roldán, de difícil encuadre y lo más de lo más: el hermano del viceoyente, con despachito y cafelitos en la Delegación del Gobierno en Andalucia, caso Juan Guerra. Ahora parece que en Chiclana sabremos algo más.
Cuando ustedes gusten, los neoprogs, sigo la serie, a propósito del carácter democrático del poder socialista de 1982 hacia acá. Por ejemplo, con la encomiable limpieza de las elecciones generales del 14 de marzo de 2004, celebradas en medio del asalto a las sedes de uno de los partidos participantes. Nos vamos a divertir.
Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 22 de noviembre de 2008
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