sábado, 8 de septiembre de 2018

El Valle de los Caídos (III)


Recupero las entregas de una serie que ha dado a Batiburrillo un alto número de visitas y alguna que otra anotación polémica, más en la línea de la opinión deslavazada que de la argumentación detallada y bien expuesta. Algo que considero perfectamente normal entre los desinformados y que surge a menudo a causa de ideas preconcebidas que se expresan a la ligera, sin conocer la partitura y tocando de oído. En este capítulo se habla de algunos sueldos percibidos por los trabajadores del Valle, que distan mucho de esos cincuenta céntimos diarios que la propaganda les adjudicaba como salario, al objeto de equipararlos poco menos que a esclavos.

La ley del silencio (III)

Nos recuerdan que un sueldo de trescientas a cuatrocientas pesetas mensuales, en los años cuarenta y primeros «cincuenta», era lo que cobraba un profesor adjunto en la Universidad. Y el médico del Valle, el ya mencionado Dr. Lausín, superaba las mil pesetas mensuales, como el maestro, don Gonzalo –ex condenado a muerte–, mil también; o el practicante, el señor Orejas, que cobraba más de quinientas… Nos recuerdan que ya en l950 no había penados. 


Y que la España de finales de la obra no tenía nada que ver con la de los años cuarenta. Lógico; en l959, cuando se inaugura el Valle de los Caídos, ya lleva tres años funcionando en España la televisión y hay casi un millón de receptores; visita nuestro país y abraza a Franco el vencedor de Hitler, Dwight D. Eisenhower, presidente de los Estados Unidos; y, en el mes de diciembre, un tren de alta velocidad entonces, el TALGO, une Madrid y Barcelona.

Se considera pues un despropósito la cifra de cincuenta céntimos que se ha llegado a publicar como salario que recibían los penados. Cabe pensar que tal insultante cantidad no hubiera sido consentido por los falangistas, como José Antonio Girón, ministro de Trabajo a la edad de veintinueve años, y que emprendió una política social que asustó a la derecha conservadora; ni tampoco por los arquitectos Muguruza o Méndez, autor y director del proyecto, ni por el progresista Juan de Ávalos, el artífice del conjunto escultórico del Valle de los Caídos. 
  
Juan de Ávalos, gran amigo mío hasta el punto de que una semana antes de fallecer el pasado mes de julio, a la edad de 94 años, me llamó para que juntos visitáramos a monseñor Astilleros y le convenciéramos para colocar en la Catedral de Madrid una figura en suspensión de Cristo Resucitado, era un republicano de izquierdas, carnet número 5 ó 7 del PSOE de Mérida. Este dato no impidió que Franco le encargara la realización de su empresa predilecta.

Ávalos explicaba que él ganó «un concurso para hacer unas estatuas con un equipo donde no había 'esclavos' y que fue una obra hecha con la vergüenza de haber sufrido una guerra increíble entre hermanos y para enterrar a nuestros muertos juntos». El famoso escultor nunca me quiso decir la cantidad que cobró por las gigantescas cabezas de los evangelistas que figuran al pie de la Cruz, por las virtudes y por la piedad, pero hay que pensar que fue bien retribuido. 
  
Tampoco estuvo mal pagado otro escultor, autor del auténtico protagonista del Valle, el Cristo «vasco» que preside el altar mayor de la Basílica. Nos referimos al artista guipuzcoano Julio Beobide. Porque en el Valle, como en «el monte del olvido» de la canción, están clavadas no una sino dos cruces. El generalísimo «pasó» de política en el valle. En realidad las dos cruces del Valle son «vascas». Pedro Muguruza es el «padre» de la del exterior, la de 150 metros, y Beobide de la del interior, la del altar. 


Autor de la serie: Alfredo Amestoy (Firmas invitadas)
Autor de la presentación e imágenes: Policronio
Publicado el 15 de noviembre de 2008

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios moderados.